La audacia de ser empresario en Cuba

Entrevista de Mario Vizcaíno Serrat a Rolando Rodríguez

Los emprendedores cubanos encuentran que muchas exigencias son innecesarias y se convierten en trabas, y son necesarias otras que no existen. Ademas, las empresas privadas deberían formar parte del plan de la economía del país.

December 21, 2025

Durante casi cuatro años, la empresa de producción de materiales y servicio de construcción Rocalisa, con ferreterías en La Habana y Las Tunas, en la zona oriental de Cuba, ha avanzado a paso de vaivén, como es usual en el laberinto de la pequeña empresa privada en el país.

Su dueño, Rolando Rodríguez Sánchez, un arquitecto de 60 años de edad, ha visto a su empresa crecer, ir atrás y adelante de nuevo, hasta lograr un nivel con el que se siente ahora un poco más confiado.

Al cabo de una vida dedicada a laborar para el Estado cubano, incluso como funcionario, hace diez años se atrevió a probar suerte como trabajador por cuenta propia en el sector constructivo. Con el modesto capital que acumuló en los tres o cuatro años siguientes, y con un crédito bancario, aprovechó la oportunidad de apertura de micros, pequeñas y medianas empresas (mipymes), pidió al Ministerio de Economía su aprobación y abrió una empresa pequeña con muy pocos trabajadores para producir losas para piso, bloques de hormigón y áridos. 

Fotografía tipo autorretrato de un hombre adulto (Rolando Rodríguez) sentado en una terraza al aire libre. Lleva gafas y una camiseta oscura con un diseño gráfico claro. Al fondo se observan edificios modernos de varios pisos, áreas verdes y mobiliario exterior, lo que sugiere un entorno hotelero o turístico. La imagen transmite un ambiente relajado y cotidiano.

“Y empecé a soñar con hacer otros productos, pero vino una crisis de cemento y terminó el contrato con la empresa comercializadora. Entonces tuvimos que cambiar el rumbo. Solicitamos al Ministerio de Economía una ampliación de nuestro objeto social, que fue aprobado, e incorporamos construcción a mayor escala, transporte de carga por carretera, jardinería… Y se nos abrieron oportunidades de trabajar en la Zona de Desarrollo del Mariel, en especial con la empresa vietnamita Thai Binh, en el montaje de un parque solar de 20 megawatts de energía y las áreas exteriores de la fábrica de detergente Suchel TBV”.

La política económica de Rodríguez ha sido, según sus palabras, aprovechar hasta el más pobre financiamiento para impulsar e ir dándole cuerpo a su muy pequeña empresa inicial. “Aprendí rápidamente que si no diversificas tu negocio puede morir en cualquier momento. Muchas empresas en América Latina cierran en los dos primeros años. En Cuba, como hay tanta demanda material, una empresa tiene más oportunidad de sobrevivir."

 ¿Se refiere a posibilidades de mercado?

Posibilidades de supervivencia, la forma como se sostiene una empresa ya es otra cosa. En febrero del 2026 cumpliremos cuatro años, y tenemos un fondo de riesgo para enfrentar una posible catástrofe climatológica, una multa inesperada. 

Hay una diferencia entre emprender y ser empresario. En toda Cuba debe haber unas 10 000 mipymes, de las cuales muchas no funcionan adecuadamente, entre otras cosas por falta de conocimiento administrativo. Ten en cuenta que han pasado más de cincuenta años sin empresas privadas. 

¿Cómo funciona su empresa ahora mismo? ¿Qué es lo que producen y comercializan?

Hoy mantenemos la producción de áridos. Hace un tiempo comenzamos a producir parles en una carpintería que compramos, con el riesgo y la incertidumbre que conlleva cualquier emprendimiento en Cuba, y poco a poco hemos ido encontrando proveedores de madera. 

Fotografía de un área de trabajo al aire libre donde se observan largas filas de bloques prefabricados de hormigón con cavidades internas, colocados sobre el suelo para su secado. En el fondo se aprecian más bloques apilados, tablas de madera y una estructura de paredes sin terminar, lo que sugiere un entorno de producción o almacenamiento de materiales de construcción.

Tenemos tres clientes en la Zona Especial de Desarrollo de El Mariel: las fábricas de pinturas Tot Colors y Devox Caribe y la holandesa-cubana Unilever Suchel, de industria alimentaria y cosmética. Es una producción discreta de parles, pero todos los meses tenemos al menos un pedido de alguna de esas empresas. También abrimos una ferretería en La Habana y otras en Las Tunas, donde comercializamos herramientas y materiales para la construcción. 

 ¿Cómo paga usted a los trabajadores de su empresa? 

En este momento tenemos 23 trabajadores. Algunos tienen salarios fijos, como los custodios, y los vinculados a la producción ganan según lo que hagan. Hace poco aprobamos un aumento salarial general, y los custodios han tenido tres aumentos desde que nos iniciamos. Pero lo que me interesa en verdad es que parte de las utilidades de la empresa se destinen a mejorar el nivel de vida de los trabajadores.

¿Reciben incentivos?

No todos los trabajadores. Uno de mis sueños es ese, porque es un tema que me ha chocado mucho al pasar del sector estatal al privado: los seres humanos. La idea consiste en lograr estabilidad en la fuerza de trabajo sobre la base del incentivo. Para ello necesitamos crecer, hacernos más fuertes. Pienso en beneficios directos que puedan ayudar a las familias. 

Las empresas tienen deberes sociales, que cumplen con los impuestos, pero también hay que contribuir de otras maneras. Por ejemplo, si mi empresa produce materiales de construcción y con eso mejoro las condiciones de un trabajador y su familia, yo, como empresario, cumplo con un deber social. 

Cuando abrimos la ferretería de La Habana, reparamos y pintamos la fachada del edificio, lo iluminamos, arreglamos las aceras circundantes, transformamos el entorno. Es un pequeño derrame de la economía hacia la sociedad. Los empresarios tenemos deberes sociales, por eso también hemos hecho nuestro pequeño aporte a las provincias afectadas por el reciente huracán Melissa, en el oriente del país.  

¿Cómo se han reflejado en el trabajo de su empresa las regulaciones del sector privado? ¿Su entidad es importadora? 

No se pueden perder de vista las condiciones en las que funciona Cuba, que depende también del entorno internacional. Este país lleva 65 años con un embargo o bloqueo, como quieras llamarle, y eso tiene un porcentaje de impacto en la vida de la gente. El otro porcentaje se debe a la cuestión interna. 

¿Afectan las sanciones estadounidenses tanto como la forma en que Cuba lleva su economía?

Las dos afectan. Pero estamos hablando de un bloqueo de la primera potencia económica del mundo contra un país pequeño, que suma apenas el 2,6% de la población de los Estados Unidos.  

Con un modelo económico descentralizado, ¿el embargo sería igualmente perjudicial?

Aunque no sé cuánto, pienso que sí. 

Sigamos con el tema de las importaciones. Su empresa, Rocalisa, ¿es importadora? 

Importamos insumos y productos que necesitamos para producir nuestros materiales, pero tenemos que hacerlo a través de una empresa estatal. Yo soy consciente de que mi empresa, como otras, no tiene las condiciones para importar directamente, pero otras muchas sí las tienen, y muchos empresarios están bien preparados, de manera que eso tiene que cambiar y permitir a quien pueda, que importe directamente. 

Tengo que hacerlo a través de una firma extranjera radicada en Cuba, que me cobra por eso.  Lo bueno es que los precios de la importación de materias primas los bajaron un poco, pero también, hasta ahora, debo pagar el valor de los productos fuera del país. 

¿Qué significa eso?

Que el empresario de aquí tiene que buscar a una persona fuera de Cuba y pagar a través de su cuenta. 

¿Usted no puede pagarle directamente a una empresa importadora dentro de Cuba? 

Le pago los aranceles, pero el valor del producto, no, porque esas empresas, debido a limitaciones económicas de Cuba, se ven restringidas con sus cobros y le exigen a uno pagar afuera para importar. 

Hace poco, para uso de mi empresa, compramos un auto a una entidad radicada en Cuba, y fue pagado afuera. El mantenimiento que le dieron recientemente también hubo que pagarlo así. Entonces, yo, que estoy obligado a vender en moneda nacional, tengo que ir al mercado informal de la economía, comprar dólares y pagarle a esa persona fuera de Cuba, todo lo cual repercute en el precio final del producto para el cliente cubano.

A lo anterior hay que sumarle la muy alta inflación. El problema es que, al terminar la epidemia de la COVID, cuando fue devaluado el peso cubano, como parte del llamado ordenamiento monetario que hubo en Cuba —algo que hicieron muchos países también en ese momento para estimular la producción y las exportaciones—, no se aplicaron otras medidas que debieron implantarse en ese proceso para lograr incentivar la producción de bienes materiales. 

Hoy tengo que pagar los mismos impuestos que paga cualquier empresa, porque no hay un incentivo a la producción. Cada vez que hay una intervención de algún funcionario sobre este tema estoy pendiente de dos cosas: las asociadas al control y al fomento productivo. 

El control es necesario, pero como parte del proceso, hay que hablar más de fomento. El socialismo se desarrolla proporcional y equitativamente, no puede ir desarrollando un sector y abandonando otro. 

Otro obstáculo que afecta al desenvolvimiento de las pequeñas y medianas empresas, como Rocalisa, es la bancarización, “que es buena y necesaria, pero con posibilidades reales de hacerla, no con un Banco en una crisis de efectivo que obliga a la gente a hacer colas enormes para extraer dinero de los cajeros, entre otros problemas”, lamenta Rodríguez. 

El dueño de Rocalisa, que, como todo empresario, sueña con extender su negocio y ampliar su contenido, fue director de inversiones del Ministerio de Turismo y director general de una empresa mixta de turismo, en la década de 2010, para construir un hotel en la ciudad de Trinidad, en la provincia de Santi Spíritus, en el centro de la isla.

¿Qué mecanismos ha tenido que desarrollar para pasar por encima de los obstáculos y salir adelante?

Yo tengo tres características que me han ayudado mucho: ecuanimidad, perseverancia y alta resiliencia. Todos los días me levanto con un plan, una ilusión. Y cada vez que puedo le robo tiempo a la televisión y me pongo a buscar opciones. Yo persisto. Cuando se me cierran puertas, casi siempre luego se me abren otras mejores. Eso, a pesar de la falta de transporte, de financiamiento, de tecnología moderna. Y todo eso me obliga a pensar. Ahora estamos asociándonos a Enlace, una empresa privada similar a la nuestra para producción y comercialización de materiales. Esa empresa es más fuerte en financiamiento y nos complementamos.  

La imagen muestra un taller artesanal con paredes de bloques y techo de metal, donde tres hombres trabajan con barro. Dos de ellos moldean y trasladan piezas rectangulares de arcilla húmeda, mientras un tercero observa el proceso. En el suelo hay filas de piezas recién formadas, de color rojizo, y el piso está mojado con barro, lo que refleja un trabajo manual intenso en un entorno rural visible a través de una ventana con rejas.

¿Qué normas y directivas necesita el sector privado para progresar, como esperan tanto los dueños como los ciudadanos?   

Hay muchas exigencias que son innecesarias y se convierten en trabas, y son necesarias otras que no existen, como el encadenamiento del sector privado y el estatal. No puede haber miedo en eso. Hay empresarios estatales que huyen de los privados para que no los cuestionen. Y los hay más audaces que no temen a eso. Otra cosa importante es que los privados deberíamos formar parte del plan de la economía del país. Pudieran formarse zonas especiales de desarrollo con empresas privadas, a las que luego puedes proporcionarles financiamiento. Para eso no puede haber prejuicios. 

Pero Rolando también lamenta que el sector estatal, rebosante, según él, de buenos profesionales y trabajadores, carezca de la autonomía necesaria para funcionar bien. Tiene claro que no se desenvuelve con el principio de marcha hacia adelante —que debe cumplirse en una cocina, donde el fin es el cliente, como aprendí en mi carrera universitaria—, sino con el de marcha hacia atrás. “Llegas a una tienda, y el dependiente, aunque tú seas su razón de ser, está mirando a su jefe de piso, y este para el jefe de tienda, y este a su vez para el director del municipio, y así, sucesivamente”. 

El arquitecto abunda sobre la diferencia entre lo estatal y lo privado con un detalle sutil y demoledor: “El hotel Meliá Habana, de propiedad mixta de Cuba y España, tiene un director, y el Comodoro, que pertenece al Ministerio de Turismo, también tiene un director. Ambos son funcionarios, la diferencia está en las facultades que tiene cada cual. El primero alcanza mejor desempeño porque tiene facultades que no tiene el segundo. Sin embargo, ninguno de los dos es el dueño”. 

De acuerdo con nuestro entrevistado, las cuatro patas de la mesa de la economía pudieran ser los trabajadores por cuenta propia, las pequeñas y medianas empresas, las empresas estatales y las cooperativas. “Si mueves la mesa se balancea, pero si entrelazas las patas la fortaleces, y eso es lo que tiene que pasar en la economía, entrelazar las fuerzas productivas”. 

Sin embargo, han creado las OSDE (Organización Superior de Dirección Empresarial), de las cuales hay unas 75 en todo el país, que, multiplicadas por cuatro, para considerar una cifra pequeña, representan 300 oficinas, 300 secretarias, 300 choferes, gasto de combustible, electricidad. 

Es un nivel intermedio de dirección que hace más piramidal la estructura. ¿Eran insuficientes las empresas nacionales que había? Lo mismo ocurrió en los ministerios: antes eran los ministros, los viceministros y los directores. Ahora, cada cuatro o cinco directores han puesto a un director general. Todo eso significa más burocracia, más permisos, más gastos y más controles, pero menos eficiencia. 

¿Se considera un empresario audaz? 

Ser privado y considerarse empresario ya es una audacia.

¿Por qué?

Conlleva riesgos. Tienes que resistir. Que reinventarte. Y estás obligado a observar a tus trabajadores para aprovechar sus posibilidades. 

Rodríguez Sánchez estudió Arquitectura en la Universidad de la provincia de Camagüey, en el oriente cubano. En el gobierno de Las Tunas se encargó de programas de la construcción y trabajó en una empresa de proyectos donde diseñó obras para el turismo. Ha cursado una maestría, dos diplomados y varios cursos de postgrado.

“Me siento preparado para dirigir mi pequeña empresa. Un empresario debe enfocarse en lo que quiere, trabajar duro y aprender de los errores. Cuando mantienes ese ciclo es muy probable que avances”, concluye.


 

Hombre con barba portando lentes y mirando a la camara

Mario Vizcaíno Serrat. Pinar del Río, 1964. Graduado de Periodismo por la Universidad de La Habana, en 1988. Comenzó su carrera profesional como corrector de prensa, en el periódico Guerrillero, de Pinar del Río. Ha sido reportero de la agencia de prensa internacional Prensa Latina, periodista del Instituto cubano del cine, jefe de redacción y director de la revista Alma Mater, reportero de la emisora Radio Progreso. En este momento es jefe de redacción de Palabra Nueva, revista de la Arquidiócesis de La Habana. 

Es autor del libro Portarretratos a la deriva, volumen de 11 entrevistas a artistas cubanos (Extramuros, 2011), y el compilador de Memorias del Alma Mater, volumen en el que 33 intelectuales evocan su paso por las aulas de la Universidad de La Habana desde la década de 1930 (Ediciones Loynaz, 2018).