La inflación sigue fuera de control en Cuba

Pavel Vidal Alejandro 
Profesor, Universidad Javeriana, Cali, Colombia

El descontrol de los precios añade incertidumbre y desconfianza sobre el futuro de la economía, fomenta el pesimismo y el descontento social. Las protestas del 11J y la actual ola migratoria no le son ajenos.

Editor's note:

Publicado originalmente por Inter Press Service (IPS) y reproducido con su autorización.

July 03, 2022

El proceso inflacionario impacta con particular fuerza sobre la mayoría de la población y acrecienta las desigualdades.

Los datos oficiales actualizados sobre el Índice de Precios al Consumidor (IPC) vienen indicando que la inflación en Cuba no se detuvo en 2021, sino que continúa en 2022, aunque perdiendo algo de impulso. Ello confirma que hay otros factores, más allá de la reforma monetaria, que siguen alimentando el proceso inflacionario.

La lenta recuperación del turismo y la economía en general, la permanente escasez de bienes y divisas, el déficit fiscal y su financiamiento mediante emisión monetaria, la tasa de cambio paralela, estarían entre los principales factores a considerar.

La inflación se ha comido el valor real de los ahorros en pesos y ha anulado el incremento nominal de salarios y pensiones que se instrumentó el año pasado. Es otro de los tantos obstáculos que debe enfrentar la naciente micro, pequeña y mediana empresa privada. Asimismo, acrecienta las desigualdades.

El descontrol de los precios añade incertidumbre y desconfianza sobre el futuro de la economía, fomenta el pesimismo y el descontento social.

Las familias con acceso a remesas, divisas o con capacidad para invertir en negocios que se benefician del aumento de precios pueden encontrar formas de protegerse de los costos de la inflación, aunque sea parcialmente. Pero la mayoría de la población con salarios y pensiones fijas en pesos no tiene escape ante la realidad de ver cómo cada mes el poder adquisitivo de sus ingresos se deteriora un poco más.

El descontrol de los precios añade incertidumbre y desconfianza sobre el futuro de la economía, fomenta el pesimismo y el descontento social. Las protestas del 11J y la actual ola migratoria no le son ajenos.

Son varios los desafíos y conflictos de objetivos que se le presentan al gobierno cubano. No es tarea fácil manejar la política económica cuando se combinan inflación doméstica e internacional junto con la caída drástica de las exportaciones y el PIB, en una economía que ya agotó sus espacios de política fiscal y tiene un acceso muy limitado al financiamiento internacional.

A ello se suman las reformas incompletas de un modelo económico fracasado, el escalamiento de las sanciones bajo las dos últimas administraciones estadounidenses, y los impactos y ramificaciones de la guerra en Ucrania.

Los datos oficiales de inflación

Los últimos datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONEI) para el IPC de febrero de este año muestran una tasa de inflación interanual de 23%. Es decir, comparado con febrero de 2021, los niveles de precios promedios actuales son un 23% mayores, según los registros oficiales. Esta es una inflación alta pero menor que la acumulada en todo el año 2021 de 77,3%, en medio del llamado ordenamiento monetario y la devaluación de la tasa de cambio oficial y paralela.

Los datos de febrero de 2022 revelan que el incremento de los precios en las categorías de Transporte, Restaurantes y Hoteles, y Alimentos y Bebidas no alcohólicas explicaron la mayor parte de la inflación del mes.

En el informe de la ONEI se explica que, dentro de los alimentos, los productos lácteos experimentaron los mayores aumentos: queso procesado, leche líquida, queso blanco y la leche en polvo. La inflación solo del mes (comparando con enero de este mismo año) fue de 0,9%, mayor que la inflación de 0,15% que para enero había reportado la ONEI.

Desde 2020 los datos oficiales ya mostraban un incremento de la inflación, con una tasa de 18,5%, lo cual marcó un punto de inflexión comparado con la década anterior, en la cual la inflación anual había promediado un 1,3% gracias al control del déficit fiscal y los salarios, y las tasas de cambio fijas para el peso cubano y el peso cubano convertible.

Al mirar la trayectoria mensual del IPC se distingue que en enero de 2021 se produjo el principal salto del IPC oficial de 109.5 a 157.8, es decir, 44% (debido al impacto inicial directo de la reforma monetaria y la devaluación del peso). Luego, la trayectoria del IPC se aplanó hasta septiembre, pero en el último trimestre de 2021 volvió a tomar fuerza. En septiembre el IPC se ubicaba en 174.8 y en diciembre en 194.2.

Es decir, el último trimestre de 2021 le añadió un 11% a la inflación del año. Ello, sumado a los datos de los primeros dos meses de 2022, revela que la dinámica de los precios sigue fuera de control, aún en las estadísticas oficiales del IPC.

Si bien los datos oficiales reconocen un incremento drástico de la inflación, se debe tomar en cuenta que están subestimando en varios puntos su verdadero valor, debido a que el IPC está considerando una estructura de gastos de las familias sumamente desactualizada (de 2010) que no se corresponde con el verdadero peso que tienen los mercados privados e informales en la canasta de consumo de los hogares.

Otros estimados ubican la inflación en alrededor de 500%  lo cual indica que los niveles promedios de precio crecieron alrededor de 6 veces en 2021. Con los datos oficiales no se llega a reconocer ni siquiera que los precios se duplicaron en 2021, lo cual no coincide con la realidad que vienen enfrentando las familias en los mercados de consumo.

Ausencia de un plan de estabilización macroeconómica

La inflación representa un nuevo desafío para las autoridades económicas cubanas. Ello implica que el gobierno cubano tendrá que seguir enfocado en darle solución a los problemas estructurales e institucionales del modelo económico, pero también deberá prestarle especial atención a los desequilibrios macroeconómicos que originan la persistencia de la inflación.

Para la agenda del presidente Miguel Díaz-Canel debería ser tan importante continuar con las reformas estructurales pendientes como poner en marcha un plan de estabilización macroeconómica.

Sin embargo, en las últimas incursiones del ministro de Economía, Alejandro Gil, en el mes de febrero no hay señales de que el gobierno tenga definido tal plan de estabilización macroeconómica.

La esperanza del gobierno es que la inflación se ajuste por el lado de la oferta: más producción y más dólares entrando a la economía. Ello claramente es un componente fundamental para controlar la inflación, pero no es el único. Otro elemento fundamental es el elevado déficit fiscal y su monetización con impresión de más pesos desde el Banco Central.

Sin embargo, las declaraciones del ministro Gil no han sido muy contundentes en la necesidad de poner un freno a estos desequilibrios fiscales.

Parece arriesgada la estrategia de esperar que la recuperación de la economía sea suficiente para detener la inflación. Es importante reconocer que la inflación tiene varios culpables y que, por tanto, son varias las medidas que se deben considerar para su control.

Mientras más tiempo esté presente todo este episodio de inestabilidad monetaria más difícil y costosa es la desinflación y mayores daños hará a la economía.

Medidas supuestamente antinflacionarias

El Ministerio de Finanzas y Precios (MFP) emitió en el mes de abril de 2021 la Resolución 105, una medida supuestamente antinflacionaria. La resolución 105 trata de cortar el canal de transmisión de la inflación internacional y el encarecimiento de la factura de importaciones hacia los precios minoristas que enfrentan los consumidores.

El MFP definió un precio base (no se explica cómo lo calcularon) para las importaciones de arroz, frijol, trigo, aceite, leche, y pollo, y estableció que el presupuesto del Estado subsidia a las empresas estatales mayoristas si se produce un incremento por encima del 4% del precio base.

Otras decisiones similares se tomaron en 2021 para intentar poner freno a la inflación usando el gasto fiscal. En repetidas ocasiones la ministra de Finanzas, Meisi Bolaños, acudió a la televisión al programa de la Mesa Redonda y prometió más subsidios, recortes de impuestos, reducción de los precios de la energía y más apoyos a familias y sectores económicos.

En principio, puede tener sentido no querer añadirle más gasolina a la inflación, pues es uno de los problemas que más están agobiando a la población. El MFP está intentando proteger el valor que pagarán los consumidores por productos esenciales de la canasta de alimentos. Sin embargo, la política de gasto público hace rato agotó sus posibilidades de influir en la economía sin generar más inflación; justamente lo que quieren evitar.

Los últimos datos de la ONEI exponen que el déficit fiscal fue de 17,7% del PIB en 2020 y es probable que se haya superado el 20% en 2021. Antes de eso, ya se acumulaban cinco años consecutivos con un déficit fiscal que osciló entre el 6% y el 8% del PIB, lo cual sirvió para amortiguar el impacto de la crisis venezolana y del escalamiento de las sanciones estadounidenses bajo la administración de Donald Trump (2017- enero de 2021).

En estas condiciones, cuando el Ministerio de Finanzas promete más subsidios lo que hace es sumarle más puntos a la tasa de inflación. El presupuesto estatal cruzó hace rato el umbral a partir del cual ya no puede aumentar el gasto público en términos reales. Los anuncios de ayudas fiscales e incrementos de subsidios significan un aumento del impuesto inflacionario que están pagando las familias. Si algo logra la resolución 105 es, tal vez, manejar la distribución del costo de la inflación, pero sin evitarla.

Con la resolución 105, y otros subsidios que se han aplicado, el gobierno evita la inflación en los mercados estatales y en productos más sensibles para los grupos vulnerables, pero sigue aumentando el déficit fiscal y la impresión indiscriminada de pesos cubanos, lo cual se termina reflejando en poco tiempo en más inflación en los mercados privados e informales.

También es una decisión con trasfondo de economía política, pues luego el gobierno culpará a los privados y a los especuladores porque suben y manipulan los precios, mientras el Estado mantiene los precios invariables y define subsidios para proteger a la población, sin decir que es el propio Estado el que sigue fomentando los desequilibrios que en última instancia impulsan la inflación.

El rol de la política cambiaria

En las redes sociales se ha reclamado que el gobierno cubano instrumente acciones para ponerle un freno a la depreciación de la tasa de cambio en el mercado informal, la cual superó la barrera de los 100 pesos cubanos tanto para el euro, el dólar físico y el dólar bancario (MLC). Sin embargo, el ministro Gil descartó que por ahora se esté pensando en alguna acción de este tipo para influir en este mercado.

billetes cubanos de cien pesos amontonados en una mesa

Ciertamente, las propuestas de que el gobierno venda dólares para detener la depreciación informal de la tasa de cambio no parecen factibles ni efectivas. Primero, el gobierno no tiene esos dólares ni para comprar medicinas y alimentos. Pero si los tuviera, la evidencia internacional ha mostrado lo difícil que les resulta a los bancos centrales ir en contra de una tendencia del mercado cambiario, sobre todo, cuando se trata de evitar la depreciación de la moneda nacional.

Una cosa diferente es la venta de los propios dólares que compran las casas de cambio (Cadeca) y los bancos, una práctica que podría retomarse en cuanto se consolide la recuperación del turismo y las remesas. La compra y venta de divisas en las casas de cambio y en los bancos (sin intervención del banco central, es decir, sin poner dólares de las reservas internacionales) es indispensable para formalizar este mercado y brindarle a los hogares y al sector privado un servicio necesario para su funcionamiento. La formalización del mercado cambiario es una medida crucial para controlar la inflación.

Sin embargo, la pregunta del millón es si este servicio podrá retomarse con la tasa de cambio fija de 24 pesos por dólar o será necesario proceder con otra devaluación de la tasa de cambio oficial. También deberá valorarse si no sería recomendable que las Cadecas operen con un tipo de cambio que, sin ser flotante (sin variar todos los días) pueda tener actualizaciones periódicas para acercarse y tomar en cuenta los valores del mercado informal, tal y como funcionó la política cambiaria en este mercado desde 1995 hasta el año 2001.

Es decir, hay un precedente que el gobierno pudiera tomar como referente. Otra opción más radical es transitar a un sistema de flotación flexible. Requeriría trabajar en varios aspectos para garantizar su operatoria, opción que por ahora ha descartado el ministro Gil.

Un asunto para considerar por el Banco Central es si se va a volver a organizar un régimen cambiario para las casas de cambio y las operaciones de los bancos con la población diferente que el régimen cambiario para las empresas, o se va a intentar mantener la unificación de la tasa de cambio oficial que se logró con la tarea ordenamiento monetario.

Cualquier decisión que vaya a darle más flexibilidad a la tasa de cambio de las casas de cambio, manteniendo unificada la tasa oficial, implica que las empresas estatales y las empresas mixtas tendrán que acostumbrarse a trabajar con un valor variable para el peso cubano; algo que sería completamente nuevo en el contexto de la economía cubana.

Otra cosa que podría hacer el Banco Central desde la política monetaria estaría asociado al manejo de las tasas de interés. Este es el instrumento monetario más empleado por los bancos centrales en el mundo pero que no ha sido usado por la autoridad monetaria cubana. Mientras se logra una recuperación sustantiva de la actividad económica que garantice una mayor demanda de pesos cubanos por el lado de la economía real, el Banco Central podría incentivar la tenencia y compra de pesos cubanos a partir de un instrumento financiero con tasas de interés atractivas.

Pueden ser los propios depósitos a plazo fijo del sistema bancario o los bonos públicos del Ministerio de Finanzas y Precios, o unos bonos propios del Banco Central. El gobierno hace algunos trimestres habló de venderle bonos a la población, pero es un tema que ha quedado en silencio.

En cualquier caso, es evidente que la reforma monetaria todavía está incompleta. Son varios los asuntos sobre los cuales deben tomarse decisiones para verdaderamente alcanzar un sistema monetario y cambiario unificado y funcional para todos los actores económicos. Y nada de esto es posible mientras la inflación siga fuera de control. (2022)