La Iglesia católica quiere renovar la fe de los cubanos
La Iglesia quiere, además, que la parábola del Buen Samaritano sea también el ícono inspirador en su camino pastoral presente y futuro.
Renovar la fe de los cubanos, un propósito de la Iglesia católica, pudiera significar el refuerzo de la esperanza y del sentido de la vida a una sociedad que se mantiene empantanada en una crisis múltiple y con una emigración incesante.
La herramienta principal para lograrlo es la conexión de los cubanos con la espiritualidad religiosa, más sólida que las apariencias a juzgar por unos trescientos niños bautizados cada mes en la iglesia de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en La Habana, una suerte de milagro en un país que de manera oficial ha practicado el ateísmo durante los últimos sesenta años.
Llama la atención que los padres de esos niños, la mayoría jóvenes, hayan crecido en un ambiente ateo y miren a la religión cuando piensan en sus hijos, una realidad que pudiera encontrar explicación en la posible alta calidad de la semilla de una fe sembrada y cultivada durante siglos y que ahora quizás facilite la renovación de los ciudadanos, convencida la Iglesia de que acercarse al Evangelio puede aliviar la existencia.
Con esas reservas espirituales, que el clero cubano desea fomentar para ayudar a la sociedad a recuperar sus tradicionales relaciones pacíficas, la Conferencia de Obispos Católicos Cubanos (COCC) confía en poder contribuir a enriquecer la vida de la gente tras plasmar, en el Plan Pastoral 2023-2030, su preocupación por la que consideran la crisis más grave de los últimos decenios:
- “Las carencias de alimentos y medicinas han alcanzado niveles nunca antes vistos entre nosotros. Hay una inflación y un malestar crecientes con una carga significativa de agobio, desesperanza y desidia”.
- A la vez, lamentan que no se valore “la riqueza que supone para la nación la pluralidad de pensamientos, opiniones e ideas, cada vez más presentes entre nosotros”.
- De hecho, reconocen una apertura en el emprendimiento privado registrada en los últimos años, “con el consiguiente cambio de mentalidad sobre el valor de estas iniciativas”, pero apuntan que esa transformación que se gesta también es anhelada “en otros ámbitos por muchos cubanos”.
Para llegar
Para alcanzar una mejoría sustancial en la existencia de cada cual, y a nivel social, la Iglesia considera una prioridad principal la conversión personal, pastoral y comunitaria, dimensiones que los obispos entienden como “ejes transversales de todo el proceso de transformación eclesial” y que se concretan en tres llamadas fundamentales: la conversión a la fraternidad-comunión, a la participación y a la misión.
Esa conversión paulatina ayudaría a construir entre todos una Iglesia pequeña y familiar, como la cubana, para apuntalar y hacer efectivas la solidaridad entre los cubanos, el acompañamiento y la reconciliación por encima de las ideologías, de modo que cada uno se comporte como el Buen Samaritano del Evangelio, quien encontró herido a un hombre en el borde de un camino y no dudó en socorrerlo y salvarlo a pesar de todos los obstáculos y diferencias religiosas.
La Iglesia quiere, además, que la parábola del Buen Samaritano sea también el ícono inspirador en su camino pastoral presente y futuro, “sobre todo, por la invitación a la conversión que ella nos hace”, pues más allá del ejercicio de la caridad que infunda, “la parábola implica un cambio radical en la concepción que se tenía de Dios, del culto, de la religión, de la Ley, de la relación con el prójimo”.
El diálogo que inicia Jesús, y quiere implicar a sus interlocutores de entonces y de siempre, lo sentimos dirigido a nuestra Iglesia en Cuba, de modo especial, en este momento en que nos disponemos a asumir un nuevo Plan Pastoral, aclararon los obispos cubanos al escribir el documento.
- ¿Quién te parece que fue prójimo de aquel hombre tirado al borde del camino?
- El que practicó la misericordia con él.
- Ve y haz tú lo mismo. (Lucas 10, 36-37
La búsqueda
En su interés por participar en la solución de los problemas, como inspira la Doctrina Social de la Iglesia, este año los obispos ofrecieron la posibilidad de ser puente para un hipotético diálogo entre todos los actores de la sociedad, convencida de que la búsqueda de consensos, la implicación respetuosa de todos y el diálogo son el único camino para que lo diverso conduzca a soluciones y no al enfrentamiento, de acuerdo con el padre Ariel Suárez Jáuregui, secretario de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, durante una entrevista con Palabra Nueva, revista de la Arquidiócesis de La Habana.
De hecho, el obispo de Holguín y su obispo auxiliar compartieron una invitación a orar al final de la Misa Crismal el 21 de marzo pasado luego de unas protestas populares en Santiago de Cuba. Y lo explicaron así: “creemos que como Iglesia, nos corresponde favorecer la creación de espacios de diálogo, en los que participen distintos sectores de la sociedad, para buscar los caminos que nos ayuden a salir adelante con una disposición sosegada y esperanzadora”.
Para ello, sin embargo, es precisa la participación popular activa en la vida y misión de la Iglesia, pues como alertó el papa Francisco durante la inauguración del Sínodo en Roma, el 9 de octubre del 2021: “si falta una participación real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intenciones piadosas”.
Una Iglesia donde todos sus miembros pueden sentirse corresponsables es también un lugar atrayente y creíble en un mundo donde se proclama la igualdad de todos los ciudadanos, pero se reservan las decisiones a “manos codiciosas de pequeños grupos de poder”, consideró el Santo Padre en su discurso por el 50 aniversario del Sínodo de los Obispos, el 17 de octubre de 2015.
Retos cruzados
La Iglesia emprende esta apuesta pese a su carencia de agentes pastorales y medios de evangelización, con catequesis pobres, pocos jóvenes comprometidos y escasas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
De cualquier modo, saben que cuentan con el respaldo pastoral y espiritual de misioneros extranjeros que siguen llegando a la isla a acompañar a los cubanos, que experimentan, en opinión de los obispos, “una fragilidad en la vida familiar y en la vivencia del amor fiel y fecundo de los esposos”, una situación necesitada de una estrategia institucional que funcione como brújula y permita “navegar por los mares de la historia presente de Cuba, cumpliendo la misión que Jesús nos confía y dando testimonio de comunión”.
Además de los misioneros, la Iglesia agradece la posibilidad de iniciativas pastorales de servicio y caridad como comedores para ancianos, una red de distribución de medicinas, el acompañamiento a los presos y sus familiares y el apoyo material de instituciones y personas que desde muchos sitios fuera de la isla apoyan con donaciones a través de Cáritas Cuba. Es un tesoro solidario que permite la asistencia a los más pobres, con independencia de su ideología o manera de pensar.
“Nos regocija también el sacrificado apoyo de hermanos, cubanos o no, que, viviendo en otras tierras, miran con amor a este pueblo y comparten sus bienes. ¡Cuántas familias subsisten y cuántas experiencias eclesiales pueden realizarse gracias a estas ayudas!”, hacen notar los obispos.
Puertas abiertas
Los templos en Cuba permanecen abiertos todo el día, aunque la mayor afluencia de visitantes se produce durante fechas de veneración de santos y vírgenes, como el 8 de septiembre, día de la Virgen de la Caridad del Cobre, o el 17 de diciembre, de San Lázaro, cuando la sociedad se manifiesta en procesiones y la Iglesia católica asume de manera directa su papel de guía espiritual de una masa ciudadana que desafía las inclemencias del tiempo para “cumplir” con sus santos y patronos.
Esas imágenes pertenecen al santoral católico desde tiempos inmemoriales. La Iglesia se siente en el deber evangelizador de acompañar a los devotos.
En ese acompañamiento, la Iglesia sueña con atraer a la juventud a los templos, a pesar de su indiferencia ante la liturgia. Para eso, muchas parroquias están cautivando a los jóvenes con programas de estudio, deportivos y de otra índole. Es una labor que hacen con la paciencia y la perseverancia de las hormigas, pues la ausencia de la religión de los hogares y las escuelas durante varias décadas ha alejado de las parroquias a las nuevas generaciones.
El Centro Cultural Padre Félix Varela, una de las mayores conquistas de la Arquidiócesis de La Habana, es un símbolo en el camino de acoger.
- Agrupa al Instituto de Estudios Eclesiásticos, guiado por la Santa Sede, donde estudian jóvenes en las enseñanzas preuniversitaria y universitaria y se gradúan con títulos válidos en Estados Unidos y Europa, y
- acoge a la cátedra de música sacra, un teatro y una sala de cine, el proyecto CubaEmprende, de asesoramiento al sector privado, el Instituto de Bioética, una guardería para niños de cuatro años de edad, la mayoría de familias disfuncionales, y un estudio de grabación de sonido y video, entre otros proyectos de incidencia social.
Guarderías similares hay en varios municipios de La Habana, como muestra de un terreno que ha ganado la Iglesia en su interés en participar en la educación de los cubanos.
El Centro Cultural surgió en 2011 como un Atrio de los Gentiles, una iniciativa del papa Benedicto XVI para promover el diálogo y la cultura del encuentro en todo el mundo, que el Papa Francisco ha seguido impulsando.
En una entrevista para Palabra Nueva, el sacerdote Yosvany Carvajal, director del Centro Cultural1, explicó que Benedicto XVI pensó en “un espacio en el que todos pudieran confluir, dialogar, pensar, debatir, donde pudiera encontrarse el ámbito cultural, científico, religioso, de la nación cubana, y establecer vínculos importantes para pensar el futuro de Cuba. Si en esta casa los grandes padres pensaron a Cuba, y la Iglesia estuvo presente, también ahora pudiera ser un lugar para que se siga pensando en Cuba y en el significado que ha tenido para la cultura cubana”.
Pasado y presente
Con altas y bajas, la Iglesia ha influido en el camino social y político del país. En 1993, por ejemplo, ante una crisis económica agobiante por la pérdida abrupta de casi todo el comercio tras la caída del socialismo europeo, difundieron la pastoral El amor todo lo espera, en la que invitaban a las autoridades a dar una serie de pasos para encaminar a la nación.
A petición del Vaticano, el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, fallecido en 2019, se involucró en el proceso de negociación que condujo al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba en 2014.
La Iglesia católica, que encuentra a la sociedad desmotivada y desconfiada de la posibilidad de emprender proyectos de vida comunes, está buscando a fondo “inspirar acciones evangelizadoras, generar sueños y dinamismos que nos permitan tener un horizonte común y caminar hacia él, acompañándonos mutuamente” y compartiendo la fe y los principios cristianos de amor y sostén, algo que será posible si cada diócesis, parroquia, comunidad cristiana y comisión pastoral es capaz de llevar a la realidad el mencionado Plan Pastoral.
Los obispos cubanos se preparan para el “momento fuerte del Espíritu” “que tendrá el Plan Pastoral durante el próximo Jubileo del año 2025 que, con el lema: ‘Peregrinos de la Esperanza’, nos hará tomar renovada conciencia de pueblo en camino hacia la Casa del Padre Celestial. Esa certeza de que hay un hogar para todos nosotros, donde nos cobijará en su Amor la Santa Trinidad, es justamente lo que sostiene nuestros desvelos y esfuerzos, para que llegue a cada cubano la Buena Noticia de la Salvación”, apuntan.
La parábola del Buen Samaritano invita a no poner en primer lugar los posibles cálculos para salvaguardar la supervivencia de la Iglesia como institución religiosa, sino las necesidades de un pueblo herido que nos obliga a bajarnos de nuestra cabalgadura, prestar atención a sus heridas y cambiar de itinerario para socorrerlo.
Eso será posible si acogemos la invitación al cambio, pues sin este no hay verdadera conversión. Un cambio que abra espacios de fraternidad, de participación y de anuncio evangelizador frente a una cultura de fragmentación, autoritarismo y apatía que también hay dentro de las comunidades.
[1] Palabra Nueva, Año XXX, jul/dic 2022, No. 300
Mario Vizcaíno Serrat. Pinar del Río, 1964. Graduado de Periodismo por la Universidad de La Habana, en 1988. Comenzó su carrera profesional como corrector de prensa, en el periódico Guerrillero, de Pinar del Río. Ha sido reportero de la agencia de prensa internacional Prensa Latina, periodista del Instituto cubano del cine, jefe de redacción y director de la revista Alma Mater, reportero de la emisora Radio Progreso. En este momento es jefe de redacción de Palabra Nueva, revista de la Arquidiócesis de La Habana.
Es autor del libro Portarretratos a la deriva, volumen de 11 entrevistas a artistas cubanos (Extramuros, 2011), y el compilador de Memorias del Alma Mater, volumen en el que 33 intelectuales evocan su paso por las aulas de la Universidad de La Habana desde la década de 1930 (Ediciones Loynaz, 2018).