La economía cubana y un nuevo anuncio
Cuba sigue en una situación de caos monetario y cambiario, con todas las distorsiones que el fenómeno acarrea.
Desde mediados de 2020 Cuba ha entrado en el período más crítico de una crisis económica que está lejos de ser superada. La situación es muy compleja y quizás su expresión más visible es la actual inflación, combinada con el estancamiento del Producto Interno Bruto (PIB), una de las circunstancias más complejas que puede enfrentar cualquier economía.
Aunque las estadísticas de la inflación interanual no son muy precisas, varían según las fuentes y por lo general las que provienen de fuentes oficiales no incluyen el importante mercado informal (recientemente se ha reconocido en poco más del 30%), es evidente que una parte muy importante de la población recibe actualmente ingresos por debajo del costo de la canasta básica.
Esta situación, en la que hay un claro déficit de oferta generalizada, es, en mi opinión, el resultado de varios factores, principalmente tres:
- El bloqueo norteamericano, reforzado durante la administración Trump y no modificado hasta la fecha por la de Biden.
- El impacto de la pandemia de la Covid19, que golpeó sectores estratégicos como el turismo y obligó a dedicar importantes recursos a su enfrentamiento, sumados ahora los efectos de la guerra en Ucrania sobre la economía mundial.
- Una insuficiente, tardía y desintegrada respuesta en el sentido de las transformaciones económicas necesarias, tanto a nivel del modelo económico, como de la estrategia de desarrollo.
A nivel económico, Cuba enfrenta tres crisis principales y varios problemas adicionales:
- Crisis del modelo económico. A mi juicio, la más importante de todas. Se expresa en bajos niveles de productividad, intensidad, eficiencia y funcionalidad de la economía en medio de una clara recesión.
- Crisis macroeconómica. Agravada en los últimos años, se manifiesta en el estancamiento del PIB, los altos niveles de inflación, el déficit presupuestario, la diversidad de tasas de cambio y el caos monetario actualmente existente.
- Crisis sectoriales. Fundamentalmente en: a) el sector agropecuario (insuficiente producción de alimentos), b) el sector energético (insuficiente disponibilidad de combustible, el deterioro de las termoeléctricas, la baja utilización de energías alternativas). Se debe añadir el deterioro generalizado de las diversas industrias.
Otros problemas importantes presentes en la actual realidad nacional serían los siguientes:
- La situación demográfica, caracterizada por una baja tasa de natalidad, altos niveles de migración --sobre todo de jóvenes--, fuga de fuerza de trabajo calificada y envejecimiento de la población. Todo esto pone mayores presiones sobre el presupuesto. El decrecimiento demográfico genera serios obstáculos al desarrollo del país.
- Dificultades generalizadas que afectan la funcionalidad de la economía. Ineficiente operación de los bancos, correos, infraestructuras, comunicaciones, seguros, etc.
- Seria afectación de disciplina laboral, motivada por los bajos incentivos salariales y la alta inflación. Esto da lugar a la reducción de los niveles de productividad e intensidad del trabajo.
- Presión de la deuda externa. A pesar de diversas renegociaciones, sigue siendo un factor de fuerte impacto sobre la economía y su potencial recuperación.
Se hicieron algunos cambios importantes a partir de 2013. Se amplió el sector no estatal con mayores espacios para el ejercicio del trabajo por cuenta propia. Posteriormente se legalizaron las micro pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), privadas y cooperativas, se dio cierta flexibilización para las operaciones de comercio exterior, se ampliaron los espacios para la inversión extranjera con nuevas infraestructuras como la Zona Especial de Mariel, se entregaron más tierras en usufructo, etc.
Sin embargo, en todo este período las transformaciones no adquieren el ritmo y la integralidad que permitían los documentos oficialmente aprobados, fundamentalmente la Conceptualización y los Lineamientos, que parecían expresar un consenso político suficiente para los cambios, esto aún después de la nueva Constitución aprobada por la inmensa mayoría de la población en 2019, en la que se reforzaron los espacios para las transformaciones.
Los problemas y la lentitud en las respuestas continuaron presionando a la economía. Por ejemplo, era evidente el sobrempleo que, entre otros factores, lastra la eficiencia de las empresas del Estado (actualmente son alrededor de 2 900).
El Ordenamiento
En enero de 2021 se decidió implementar el llamado Ordenamiento monetario, concebido como una acción integral sobre la economía en general. Debía implicar un importante cambio en los precios relativos para hacer más competitiva, medible y dinámica a la economía nacional. Es decir, el Ordenamiento suponía:
- Devaluación de la moneda nacional.
- Establecer una moneda única.
- Unificar las tasas de cambio.
- Aumentar los ingresos de la población para compensar el incremento planificado de los precios.
- Incrementar la competitividad.
- Incrementar la productividad.
- Incrementar la producción.
- Incrementar el interés por el trabajo.
Se realizó una devaluación de la moneda nacional que multiplicó de golpe parte de los costos empresariales por 24. Esto ocurrió en un contexto muy desfavorable de contracción de la oferta, en medio de la pandemia de Covid19, sin medidas previas que, como parte de la reforma, incentivaran la oferta (serios problemas de secuencia). Por tanto, la respuesta de la economía no fue productiva, sino inflacionaria.
La multiplicación de los costos empresariales y el incremento de los ingresos, fundamentalmente, salarios (luego liberados generando un problemático caos salarial) y pensiones, el reparto de ganancias empresariales, con frecuencia sin respaldo productivo y basado en incrementos de precios, más el impacto de la inflación internacional, sumado a una seria crisis de oferta debido a la contracción de la producción y las importaciones, dieron lugar a un fuerte proceso inflacionario fuera de control, con todas sus consecuencias económicas, sociales y políticas.
Casi tres años después del Ordenamiento:
- Existe una inflación que no cede.
- Los precios crecen más que los ingresos personales.
- Hay varias tasas de cambio y la informal permanece fuera de control.
- No se ha incrementado la productividad del trabajo.
- Tampoco el interés por el empleo formal.
- En términos reales, hay una diversidad de monedas circulando en el país.
Es decir, dadas las debilidades estructurales y un serio problema de secuencia, el Ordenamiento, contrariamente a lo que se había propuesto, tuvo un efecto inflacionario y no productivo. Esto dio lugar a una compleja y riesgosa situación no solo económica, sino también social y política. Originalmente se expresó que el salario mínimo sería 1,3 % mayor que la canasta básica. Sin embargo, el resultado ha sido muy diferente.
La tasa de cambio
El desorden de tasas de cambio que hoy existe en Cuba es una expresión del estado general de la economía, resultado también de una fuerte devaluación a la que dio lugar el Ordenamiento con una nueva tasa fija de 24 pesos cubanos por un dólar, a todas luces alejada de lo que se podría considerar la tasa de equilibrio.
Más adelante se introdujo una nueva tasa para determinados sectores de 120 pesos cubanos por un dólar (población y MIPYMES). El mercado monetario informal se mueve ahora mismo con un tasa de 300 pesos por un dólar. Esta última, obviamente, tampoco es la tasa de equilibrio porque también se ve afectada por la especulación.
Probablemente una tasa entre 150 y 180 pesos por un dólar se podría acercar más a una tasa de equilibrio, pero lo que quiero destacar aquí es que esta es toda una discusión técnica que se debe realizar a profundidad para decidir una política monetaria más acertada. Sin una tasa de equilibrio como referente, la economía nacional no podría ser competitiva. Esto requiere una discusión específica y fundamental dentro de la integralidad de la reforma.
Hoy se funciona con una tasa de cambio dual y fija, pero con una tasa informal volátil y fuera del control del Estado. Esa tasa informal, que además permite el acceso rápido a divisas, es fundamental para que el sector no estatal de la economía, las MIPYMES, puedan cerrar su ciclo operacional.
Parece más conveniente un régimen cambiario de mayor flexibilidad y mayor control del Estado, con una política monetaria y cambiaria activa en función de la estrategia económica. Pero hay dos dificultades para este objetivo. Por una parte, el Estado no cuenta con suficientes reservas y, por otra --y muy importante--, las empresas del Estado no asisten al actual mercado informal de divisas, sin lo cual este no podría estar bajo un control y una dinámica adecuada.
El problema del crecimiento general de la oferta y de la participación de las empresas del Estado en el mercado cambiario es esencial. Sin eso es casi imposible poner la tasa de cambio bajo control. Mientras el sector no estatal cierra su ciclo en el mercado informal de divisas, con todas sus distorsiones, el sector estatal (el fundamental de la economía) no puede ni siquiera comenzar ese ciclo, atado a regulaciones administrativas y burocráticas en la asignación de divisas internacionales.
Todos estos argumentos conducen a la hipótesis central que tratamos de probar aquí. La necesidad de la integralidad de la reforma económica, incluida en primer lugar la reforma de la empresa estatal y del subsistema de producción agropecuaria.
La nueva tarjeta Clásica
En ese contexto, se ha anunciado oficialmente la decisión de poner a circular la tarjeta Clásica como una nueva forma de pago en la economía cubana. De momento, tengo muchas interrogantes y previsiones motivadas por la falta de precisión de la información oficial.
Lo que parece obvio es que se necesita dinero fresco, y esta es una manera de buscarlo. Puede ser el principio del fin del MLC, o al menos de su utilidad. Lo depositado en esa moneda virtual parece se va convirtiendo en papel mojado. No tiene ni suficiente oferta que la respalde en los magros mercados donde se le reconoce (ahora no sirve ni para el combustible). No se puede recuperar en la moneda en que se depositó, ni tiene el valor que se suponía tuviera.
Lo anterior, obviamente, afecta a los depositantes en esa moneda y es una nueva causa de inestabilidad e incertidumbre con impactos sobre la población y sobre las operaciones económicas de las MIPYMES, ambos problemas muy delicados en la actual coyuntura.
En cualquier caso, Cuba sigue en una situación de caos monetario y cambiario, con todas las distorsiones que el fenómeno acarrea. Y tomando en decisiones en esta área sin que aparezcan como parte de una salida estratégica e integral de la crisis (estabilización macroeconómica y recuperación del crecimiento).
Los dos corazones de la reforma integral deben ser la reforma de la empresa estatal (no para que deje de ser pública, sino para que deje de ser ineficiente) y la reforma profunda del subsistema de producción agropecuaria, integrado a todo lo demás que se necesita, incluida la mayor articulación de los mercados y la mayor integración del sector no estatal a la dinámica de la economía nacional, la profunda transformación de la planificación burocrática, las políticas monetaria, cambiaria, fiscal, etc.
Esto no se ha hecho explícito, y mucho menos debatido en ninguna de las intervenciones oficiales.
La economía es un sistema complejo, y así hay que tratarla. De lo contrario, las decisiones pueden conducir a efectos negativos no deseados. Ahí están los recientes ejemplos del “ordenamiento” y, luego, de la “bancarización”.
El problema no está en su concepción especifica, sino en su falta de integralidad, secuencialidad y conceptos económicos en los que se fundamentan.
Tampoco que no haya un segmento de venta de gasolina en divisas, eso es una necesidad --de hecho, lo hemos sugerido muchas veces. El problema es cómo se inserta con todo lo demás y, específicamente, con esta nueva forma de pago
Vista de manera independiente, cada medida no significa nada, hay que verlas en el contexto de la estrategia en que ellas se insertan. Esta última decisión podría ser positiva o negativa. Depende. Y ese “depende” es el que no queda claro.
Hace mucho rato que es hora de contar con un programa estratégico claramente expuesto.
El tiempo es, cada vez más, una variable crítica.
Julio Carranza
Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de La Habana, profesor universitario invitado en varias universidades de América Latina, Europa y Estados Unidos. Ex subdirector del Centro de Estudios sobre América (CEA) en La Habana, ex Consejero de la Unesco para las Ciencias Sociales y Humanas en América Latina y el Caribe. Autor de varios libros y artículos sobre Cuba y temas latinoamericanos. Ha sido Director y Representante de la UNESCO para los países de América Central. Actualmente es Director y Representante de la UNESCO Quito.