De motivar emprendimientos en Cuba a la búsqueda de un nuevo camino como empresario en la diáspora.
Entrevista de William Bello Sánchez a Jorge Mandilego
Serie de entrevistas: “Emprender, desde Cuba y su diáspora: historias de 3 x 3”
Primera de las tres entrevistas.
Cuba debe estimular, como país, que otros inviertan bajo reglas comerciales claras y justas. Y no basta con tener una ley que diga que sí se puede.
Hablar de emprendimientos en Cuba es, casi siempre, hablar de creatividad bajo presión, de oportunidades nacidas en la escasez y de liderazgos que florecen en terrenos difíciles. Entre esos nombres que han dejado huella se encuentra Jorge Mandilego, un ingeniero de formación que apenas ejerció su carrera tres mañanas, pero que ha dedicado su vida entera a construir —y reconstruir— sueños empresariales dentro y fuera de la isla.
Desde su primer negocio de impresiones en La Habana hasta liderar el emblemático proyecto CubaEmprende, Jorge ha acompañado a cientos de emprendedores cubanos en su camino hacia la autonomía económica, en un país donde lo privado ha sido durante mucho tiempo sinónimo de incertidumbre legal.
Hoy, desde Miami, continúa abriendo caminos: combina su experiencia como vendedor en Amazon con el desarrollo de Pricepeak AI, una startup tecnológica basada en inteligencia artificial, creada para ofrecer soluciones prácticas a otros emprendedores del comercio electrónico.
En esta entrevista, Jorge no solo comparte su historia migratoria, los desafíos de comenzar desde cero en un país ajeno o las lecciones de liderar en contextos complejos. También reflexiona, con honestidad y esperanza, sobre lo que aún puede construirse entre la diáspora y quienes emprenden desde la isla.
Su testimonio es el de un cubano que no ha renunciado a mirar hacia su país, aunque la distancia —y las políticas— a veces parezcan hacer todo más difícil.
Origen y trayecto migratorio
Cuéntanos tu historia: ¿dónde naciste y cómo fue tu proceso migratorio?
Soy habanero, específicamente de Regla. Nací y pasé la mayor parte de mi vida en ese municipio.
Tengo un título de ingeniero eléctrico por ahí guardado en algún lugar de mi casa, pero la verdad es que ejercí como ingeniero apenas tres mañanas. No me sentí cómodo en el lugar donde trabajaba, así que lo dejé y empecé a trabajar en un proyecto privado: imprimir pullovers y carteles. Y ahí comenzó todo.
Después creamos el Taller San José, un emprendimiento enfocado exclusivamente en trabajar con la Iglesia Católica, para la que hicimos muchos productos durante años. Fue una gran experiencia porque lo armamos desde cero. Vivimos momentos muy difíciles, hubo meses en los que subsistíamos con dos, tres o cuatro dólares. Literalmente nuestros padres eran quienes nos mantenían en ese momento.
Pero con empeño, ganas de salir adelante y esa motivación diaria de enfrentar las dificultades, el negocio creció. Llegamos a tener casi 50 personas contratadas. Fue algo maravilloso. Aprendí mucho, no solo sobre negocios, sino de las personas que trabajaban conmigo. Fue una gran escuela de vida y de emprendimiento.
No quiero dejar de mencionar que fuiste fundador y primer director de CubaEmprende, un proyecto muy importante para el desarrollo del emprendimiento en la isla. ¿Cómo llegaste a ese proyecto y qué significó para ti?
Sí, fue mi último gran proceso antes de salir de Cuba. No estuve en el momento en que se gestó la idea, pero te cuento lo que me dijeron quienes sí estuvieron.
Varios empresarios cubanoamericanos, pertenecientes al Cuba Study Group, se acercaron al Cardenal Jaime Ortega para proponerle un proyecto que ayudara al renaciente sector privado cubano. Querían hacerlo desde la Iglesia Católica, con su marco de legitimidad y su capacidad para proveer la infraestructura necesaria.
Me contaron que entrevistaron a muchas personas en Cuba, pero casi todos decían que eso no se podía hacer, que era imposible. Yo no sé por qué me llamaron a mí, creo que fue propuesta del Cardenal Ortega, pero cuando me entrevistaron, yo dije que sí. Me pareció bien. Dije: "Claro que se puede hacer". Quizás fue esa simpleza, esa inocencia o ese optimismo lo que hizo que me eligieran.
Yo venía de hacer cosas desde cero, de enfrentar obstáculos sin tanto drama. Para mí, había que hacerlo y punto. Además, coincidía con que estaba cursando una maestría en administración de negocios de la Universidad Católica de Murcia en La Habana, que me dio una base teórica muy útil. Todo ese entorno me impulsó.
En resumen, fue una mezcla de experiencia práctica, entusiasmo y un poco de suerte. Cuba Emprende fue un proyecto muy importante para mí y para muchos emprendedores en la isla.
¿Qué te motivó a salir de Cuba, especialmente, estando en un proyecto consolidado como CubaEmprende?
Estuve al frente de CubaEmprende durante ocho años. A los seis años de liderazgo, comencé a reflexionar sobre el impacto que puede tener una misma persona liderando un proyecto por tanto tiempo. Sentí que una continuidad prolongada, lejos de aportar, podía convertirse en un obstáculo para la evolución del proyecto.
Por eso tomé la decisión consciente de prepararme para dar paso a otras personas, a nuevas visiones que pudieran aportar desde una perspectiva renovada. Sentía que, con el tiempo, uno corre el riesgo de acomodarse, de perder impulso, y eso no era lo mejor para CubaEmprende. Por ello decidí inicialmente dar un paso al costado en el proyecto, sin que ello supusiera marcharse de la isla.
Ahora bien, la decisión de salir de Cuba tuvo una raíz más personal y familiar. Siempre he valorado profundamente estar cerca de mi familia. A pesar de que el trabajo muchas veces me obligaba a estar fuera, para mí era fundamental poder dormir en casa, compartir con los míos.
Por diversas circunstancias, mis hijos obtuvieron visas, viajaron a los Estados Unidos, regresaron, pero en un momento determinado, especialmente mi hija mayor, expresó con firmeza su intención de irse a vivir a los Estados Unidos y luego mi segunda hija tomo igual decisión. Mi hijo menor también tenía ese deseo, aunque aún no había cumplido los 18. Siempre he respetado la libertad de elección, y en ese momento comprendimos que tarde o temprano, nos tocaría también a nosotros.
Sin embargo, lo que aceleró todo fue un problema de salud de mi esposa. Se enfermó, y aunque nuestra intención inicial fue tratarla en Cuba, el proceso se fue complicando y ante la insistencia de familiares y amigos que nos decían “vengan mientras tanto, háganse unas pruebas”, decidimos viajar para el estudio de su padecimiento. Pocas semanas después llegó la pandemia, lo que terminó de consolidar nuestra decisión. Entendimos que nuestro ciclo en Cuba había concluido y que debíamos comenzar una nueva etapa aquí.
¿Cuáles fueron los principales desafíos que enfrentaste al llegar a los Estados Unidos?
En mi opinión, el primer gran desafío es que llegas a un país que no es el tuyo. Yo vine con 48 años a los Estados Unidos, y aunque había visitado el país en varias ocasiones y conocía ciertos aspectos, una cosa es venir como visitante y otra muy distinta es empezar una vida aquí. Se trata de un país con una estructura muy distinta al nuestro, sustentado por un sistema propio del primer mundo, lo cual genera exigencias desde el comienzo en diferentes niveles.
Llegué a Miami, donde sigo viviendo. Es cierto que hay una fuerte presencia cubana, lo cual ayuda, pero eso no elimina el hecho de que estás insertándote en una sociedad completamente distinta. Aunque contaba con algunos conocimientos previos y con criterios de personas que ya habían vivido y triunfado en los Estados Unidos, ser emigrante siempre implica enfrentarse a una serie de retos. Uno no llega con pleno dominio de los códigos culturales, y eso nos puede pasar cuenta.
Por ejemplo, el idioma es una barrera. Incluso cuando lo manejas, hay matices y expresiones que te toman por sorpresa. Y luego están los desafíos financieros, que fueron de los más grandes para mí. Desde el punto de vista profesional, venía con una formación sólida: experiencia en dirección de proyectos, formación académica, conocimientos de planificación estratégica, recursos humanos, elaboración de planes de negocio... todo eso me daba herramientas útiles, pero, aun así, todo cambia.
Gracias a varios amigos cubanos que me conocían desde Cuba, recibí buenos consejos. Me explicaron formas legales de insertarme laboralmente aun sin tener estatus migratorio formal. Lo importante no solo fue escuchar esos consejos, sino aplicarlos. Entendí que aquí lo fundamental es conocer la ley, saber cómo se estructuran las cosas y actuar en consecuencia.
Y eso fue lo que más me impactó al principio: por primera vez sentí que no estaba en un lugar donde todo parecía prohibido o ilegal, sino que podía entender las reglas del juego y empezar a moverme dentro de ellas. Fue un cambio profundo en la manera de ver la vida y las oportunidades.
El camino hacia el emprendimiento
¿Cómo nació la idea de emprender en los Estados Unidos? ¿Fue algo que planificaste desde antes o fue más bien una respuesta a las circunstancias que te encontraste al llegar?
Desarrollé un concepto de vida que todavía defiendo: no hay que tenerle miedo a empezar de cero. Las cosas pueden irte bien, pueden irte mal, pero si te apegas a lo que tenías antes, no avanzas. Tienes que aprender a soltar, a comenzar desde cero sin miedo. Ese pensamiento me ayudó mucho cuando llegué a los Estados Unidos.
Llevar un negocio es como una adicción: cada día te enfrentas a retos y te motiva el hecho de tener que resolverlos. Por eso, el emprendimiento no fue solo una elección racional, fue una necesidad existencial. Es lo que sé hacer.
¿Qué diseñaste y qué proyectos estás llevando adelante hoy?
Después de pasar por el mundo de los seguros, seguí buscando qué hacer por mi cuenta. Exploré muchas ideas en internet, pero no encontraba nada que realmente me convenciera. Hasta que descubrí el tema de vender en Amazon. Me atrajo la idea no por vender como tal, sino porque lo vi como una forma de tener una empresa propia, de montar algo estructurado, sin tener que hacer ventas puerta por puerta. Además, la plataforma de Amazon actuaba como un filtro entre mi negocio y el cliente, lo cual me resultaba cómodo y a la vez retador.
Hice mi primer curso, donde enseñaban el modelo de Private Label (marca privada). Pero era justo saliendo del COVID, y me di cuenta de que la cadena de suministro era muy larga, el ciclo del dinero demasiado lento para los pocos recursos que tenía. Entonces seguí investigando y encontré un curso de unos mexicanos muy buenos, que ofrecían un modelo más adaptable a mi realidad. Así empecé.
El negocio iba bien, pero pronto me di cuenta de que trabajar solo no era para mí. Yo necesito trabajar en equipo. Eso lo confirmé en mi tiempo en el Taller San José y lo reforcé en CubaEmprende. Así que empecé a buscar otros cubanos interesados en vender en Amazon, y conocí a dos santiagueros, hoy mis amigos, con quienes trabajé, aprendí mucho y aun nos seguimos apoyando.
Paralelamente, di con un cubano a quien conocía desde la isla, el fundador de KeWelta[1] y un motor constante de generación de ideas. Conversando, unimos nuestras experiencias y nació un proyecto nuevo: Pricepeak AI.
Pricepeak AI es un sistema de inteligencia artificial (IA) pensado para vendedores de Amazon. Comenzamos con un chat que permite a los vendedores resolver muchos de sus problemas conversando directamente, pero por detrás hay un sistema complejo con múltiples agentes de IA entrenados para dar soluciones diversas. El potencial es enorme si logramos alimentar esa base con datos relevantes.

Hoy por hoy, tengo dos frentes:
- Mi tienda en Amazon, que sigue siendo la fuente principal de ingresos, lo que yo llamo “la vaca lechera”.
- Pricepeak AI, Busca impactar en la forma en que se emprende en Amazon. Se centra en descubrir oportunidades de negocio ocultas y garantizar la precisión de los datos, mejorando significativamente la eficiencia operativa y la capacidad de toma de decisiones de nuestros clientes.
Claves del crecimiento empresarial
¿Qué ha sido lo que realmente te ha permitido seguir adelante y ver crecer tu negocio?
Sin duda, la persistencia. No hay otra. Siempre va a haber un porcentaje alto de fracaso. Pero la resiliencia, el fortalecimiento personal, es lo que te mantiene. Es muy fácil rendirse y buscar un trabajo fijo que te quite el estrés, pero si de verdad quieres construir algo, tienes que mantenerte firme.
Yo no sé si toda la vida voy a seguir siendo vendedor en Amazon. Ojalá que sí, porque es un buen negocio. Pero lo importante es seguir creciendo, convertir esto en una empresa real. Y si mañana surge otra oportunidad, evaluarla y seguir adelante. Pero la clave ha sido siempre persistir, incluso cuando trabajas muchas horas y no ves resultados.
También es importante con quién caminas. Si lo haces solo, es más fácil equivocarse sin darte cuenta. En equipo, hay más posibilidades de ver los errores a tiempo.
¿Crees que la idiosincrasia cubana ha influido en esa persistencia y en tu decisión de continuar, a pesar de los retos?
Mira, vivir en los Estados Unidos te enseña humildad. Yo me he encontrado colombianos, venezolanos, ecuatorianos… gente increíble, súper preparada, trabajadora. Y eso te hace darte cuenta de que no somos los únicos que “sabemos”.
Creo que la idiosincrasia cubana tiene algo muy interesante: pensamos que lo podemos todo. Y eso, aunque parezca un defecto, a veces es una fortaleza. Porque si fuéramos plenamente conscientes de lo poco que sabemos del mundo, quizás nos paralizaríamos. Esa confianza excesiva te impulsa a hacer cosas que de otra forma no intentarías.
Pero hay que tener cuidado. Nuestra formación es buena, sí, pero no somos los únicos. Tenemos que tener confianza en nosotros mismos, pero también humildad para reconocer el valor del otro y no subestimarlo.
Visión sobre Cuba y el emprendimiento privado
¿Crees que, en un contexto político diferente, un negocio como el tuyo podría funcionar en Cuba? ¿Qué haría falta para que eso sucediera?
En estos momentos, todavía hay gente que me da cocotazos porque yo sigo soñando con eso. En el entorno actual, ¿cuántas personas en Cuba podrían llevar adelante un negocio exitoso como el de Amazon? Es un negocio relativamente ligero: necesitas una computadora, un teléfono, tiempo, y dinero para invertir.
No hace falta infraestructura física, no necesitas tocar ni ver un solo producto. Y no lo digo solo yo, lo demuestra la cantidad de colombianos, venezolanos y otros latinoamericanos que lo están haciendo desde fuera de los Estados Unidos, sin siquiera haber pisado nunca este país.
Por tanto, sí, hay conocimiento y hay oportunidades para que un cubano lo haga. Este negocio y muchos otros. Pero, en la práctica, hay barreras. Las leyes estadounidenses no lo permiten: ningún cubano residente en la isla puede abrir una cuenta bancaria en EE.UU., que es lo mínimo que Amazon requiere para vender en su plataforma. Amazon cumple con las leyes americanas y, al estar Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, no permite operaciones directas desde allí.
Y eso es solo por el lado de los Estados Unidos. Si miramos a Cuba, tampoco creo que las leyes internas permitan realmente que los cubanos hagan negocios internacionales, se empoderen económicamente o gestionen emprendimientos con libertad desde la isla. Así que el cubano en Cuba está limitado por ambos lados. Las políticas de los dos países lo atan. Y si algún día logra desarrollarse demasiado, siempre aparece una nueva ley, una regulación o una interpretación desde el oficialismo cubano que le pone freno.
Hacia el futuro
¿Qué cambios crees que facilitarían un vínculo más productivo entre la diáspora cubana y los emprendedores en la isla?
En cuanto a la relación con la diáspora, creo que hay varios factores que la limitan. Por un lado, está la resistencia del gobierno cubano a que empresarios de fuera inviertan directamente en la isla o formen parte de negocios locales.
Son barreras que a veces no están escritas, pero se sienten. Y, por otro lado, también están las restricciones del embargo, que impiden que muchas personas se animen a invertir o incluso a colaborar con negocios en Cuba.
Creo que sería muy importante que se crearan condiciones legales y políticas que permitan un verdadero vínculo entre la comunidad cubana en el exterior —donde hay muchísimos empresarios exitosos— y los emprendedores dentro de la isla. Eso podría generar un ecosistema económico más sólido, más creativo, y sobre todo más justo para todos los cubanos.
¿Qué cambios crees que serían necesarios para que personas como tú u otros emprendedores apuesten por invertir en la isla?
Primero, los cambios necesarios en Cuba. Hay un marco legal claramente restrictivo que limita el desarrollo de la gestión privada. Eso no es una opinión, es leer la ley y ver que, efectivamente, impone muchas trabas al crecimiento del empresario privado.
El concepto que está en la Constitución plantea que la empresa estatal socialista es el motor de la economía. Y eso, más allá de la ideología, en la práctica ha demostrado ser bastante ineficiente. Si no hay un apoyo externo —como en su momento fue la ayuda soviética y después la venezolana— el sistema no funciona de manera sostenible. Hay economistas en Cuba que llevan años proponiendo soluciones viables sin que el Estado pierda el control de la economía, y esas propuestas están ahí, pero lamentablemente no se aplican.
Segundo, desde el punto de vista de los Estados Unidos, también hay un marco legal y político complicado. Las leyes norteamericanas —por razones históricas y políticas— impiden que Cuba pueda integrarse normalmente al comercio internacional. Hay muchos argumentos, sobre por qué el embargo sigue en pie, pero lo más doloroso es que, entre ambos sistemas, el que sufre es el cubano común, que no tiene nada que ver con las decisiones políticas de ninguno de los dos gobiernos y ese cubano sigue pagando el precio.
Ahora, sobre la diáspora: no tomar en cuenta a una comunidad de cubanos que ha sido exitosa en muchos países, que tiene recursos, conocimientos y voluntad, es un gran error. Muchos fueron exitosos incluso antes de que llegara la Revolución, otros salieron sin nada y lograron construir mucho.
Entonces, en 2025, muchos de esos empresarios se preguntan: “¿Qué tiene Cuba para ofrecerme hoy, desde el punto de vista económico y empresarial?” Es un país en crisis, sin infraestructura, sin finanzas, sin capacidad real de mercado. ¿Con qué se va a pagar esa inversión? ¿Dónde está la garantía de retorno? ¿Para qué invertir en Cuba hoy? La respuesta lógica sería: no conviene. Pero ahí es donde entra lo emocional.
¿Si tuvieras las garantías legales y de respeto a la figura del empresario y la empresa como persona jurídica? ¿Pensarías en invertir en Cuba?
En cierta forma, ya lo estoy haciendo. No directamente con una empresa, pero sí invierto en personas allá. Apoyo proyectos, colaboro. ¿Por qué? Porque soy cubano. Eso no me lo quita nadie. Aunque haya quienes lleven 60 años sin pisar la isla, siguen sintiéndose cubanos. Hay un sentido de pertenencia que va más allá del pragmatismo.
Yo sigo apostando por Cuba. Podría hacer negocios en Venezuela, Guatemala, El Salvador, Colombia... pero lo hago en Cuba porque es lo que me importa. Y sé que hay otros que también lo hacen o lo harían si existieran mejores condiciones.
Ahora bien, ¿cuántos más querrán apostar por la isla hoy? Esa es la gran pregunta. Porque mientras el entorno no cambie —y me refiero al marco legal, a la confianza institucional, al respeto a las reglas del juego— va a ser difícil. Trump, por ejemplo, puede venir y reforzar todo el tema del embargo, pero estará cuatro años. El que no ha cambiado es el gobierno cubano, ni su política económica.
Cuba debe estimular, como país, que otros inviertan bajo reglas comerciales claras y justas. Y no basta con tener una ley que diga que sí se puede: hay que demostrar con hechos que esas garantías existen, que los inversionistas pueden confiar. Se necesita algo fundamental: confianza y reglas claras.
[1] KeWelta es un proyecto tecnológico cubano fundado por Carlos Manuel García Vergara, enfocado en la difusión cultural y publicitaria en entornos con conectividad limitada. Surgió como respuesta a la necesidad de compartir información, eventos y anuncios dentro de Cuba, donde el acceso a Internet ha sido históricamente restringido o costoso.