El capital físico y la infraestructura languidecen. ¿Debe preocuparse Cuba?
Cuba está abocada a una transformación radical para atender dos procesos que se le vienen encima: el acelerado envejecimiento de su población, y la transición energética. No parece que el modelo actual ofrezca un marco en el que los inmensos recursos que se necesitan puedan movilizarse.
Que en Cuba el crecimiento económico ha sido muy bajo es un hecho demostrado no solo por los dispersos datos disponibles, sino también por su constatación visual. Los hoteles urbanos de alto estándar construidos en el último quinquenio no cambian el panorama general, más bien cuestionan la asignación de recursos y las lógicas institucionales y políticas que los sostienen.
El reconocido estudio sobre regularidades del crecimiento económico publicado por el Banco Mundial en 2008, destacaba que la acumulación del capital físico es un ingrediente imprescindible para el progreso a largo plazo. Y también ofrecía reglas sencillas para identificar las necesidades.
De acuerdo con la evidencia empírica recolectada en 13 diferentes economías de todos los continentes, los recursos invertidos deben ubicarse en promedio anual por encima del equivalente al 25% del PIB. De ellos, el 7% aproximadamente debe destinarse a la infraestructura física, como carreteras, vías férreas, puertos y aeropuertos, y en el siglo XXI, redes de comunicación e intercambio de datos.
El marco analítico de los modelos de crecimiento por el lado de la oferta ofrece herramientas para analizar las restricciones que enfrenta la economía cubana en lo inmediato y a largo plazo. Una generalización de estos modelos identifica cuatro factores principales para explicar el crecimiento económico: capital físico, trabajo, capital humano, y tecnología[1].
Conviene recordar que todo ellos se combinan en el proceso de crecimiento, por lo cual es más deseable hablar de complementariedad que de la sustitución de un factor por otro. La insuficiencia de capital físico incide en la capacidad de usar de manera adecuada el resto de los factores productivos. Esto se observa claramente con la fuerza de trabajo y el capital humano.
El despliegue del talento humano precisa de un hardware que, en el siglo XXI, son las máquinas y sistemas especializados, junto a las infraestructuras de la era digital. Se requiere cierta correspondencia entre capital humano y físico para que aquel sea realmente productivo. Tal y como reconoció un famoso economista a fines del siglo XX: “se requiere una computadora moderna para entrenar a un buen programador”.
Diversos autores se han aproximado a la medición del stock de capital físico en Cuba, usando diferentes metodologías, períodos, moneda de referencia y datos primarios, siempre escasos e incompletos. De esos esfuerzos han resultado algunos consensos, y ciertas diferencias. En general todos están de acuerdo en que entre la década de los setenta y fines de los ochenta, los volúmenes de inversión fueron elevados y ello resultó en un aumento sostenido del acervo de capital físico.
Con la profunda crisis económica de los 90 se revirtió esta tendencia, identificándose contracciones notables para los estándares internacionales. En esta etapa aparecen las principales diferencias entre los autores. La mayoría asume que el stock de capital comienza a crecer levemente a principios de la década de los 2000. Sin embargo, la velocidad de esa recuperación diverge notablemente. En algunos casos se estima que en 2014 el stock de capital físico habría recuperado los niveles de 1989-1990.
Otros autores sostienen que esa recuperación no se habría producido. Aun así, si se tiene en cuenta que el número de ocupados creció en el mismo período, la conclusión es que la dotación de capital físico por empleado quedaría por debajo de los niveles de la década de los 80 todavía bien adentrado el siglo XXI. La disponibilidad de capital por trabajador es un vehículo clave para obtener ganancias de productividad, y para la difusión y adopción del progreso tecnológico.
En Palacios (2012) se realiza una estimación que incluye una tasa de depreciación mayor para el stock construido durante el período soviético, dado que este estaría sometido a baja disponibilidad por escasez de repuestos y una alta depreciación moral. De acuerdo con este cálculo, la dotación de capital físico apenas se habría incrementado un 5,7 % entre 1989 y 2014. La Tabla 1 siguiente permite colocar a Cuba en el escenario global.
Lo que se puede apreciar en estas cifras es lo que se constata visualmente cuando se recorre la Isla. Un enorme retraso en acumulación de capital físico, que en ciertos sectores ya compromete el presente. Ello se comprueba en la baja fiabilidad del sistema eléctrico, la depauperación del stock residencial, o el estado de las vías de transporte. Hacia fines de 2022, cálculos a partir de datos oficiales de la oficina de estadísticas cubana e información sistemática de prensa, indicaban que casi el 60 %[2] de la capacidad nominal instalada para la generación eléctrica estaba fuera de servicio debido a falta de mantenimiento y fallas operativas (Piñón & Torres, 2023). Esta situación no ha mejorado durante 2023.
Es común que entre las causas de las frecuentes interrupciones se mencione las salidas imprevistas de las plantas a causa de roturas. Esto ocasiona una enorme inestabilidad en el suministro eléctrico, con apagones sistemáticos que reducen la calidad de vida de los ciudadanos y afectan la producción de bienes y servicios.
Respecto a la vivienda, de acuerdo con estimaciones de las propias autoridades cubanas, casi el 40% de las edificaciones está en regular y mal estado, y se calcula un déficit cercano a las 900 000 unidades (Cubadebate, 2021). Adicionalmente, muchas viviendas están fabricadas con materiales inadecuados para soportar desastres naturales comunes en la isla, como los ciclones tropicales.
A este panorama general habría que introducir algunas acotaciones. El resultado global oculta grandes disparidades a nivel sectorial, dado que es visible que algunas actividades lograron expandir sus capacidades productivas (en ciertos casos de forma notable), mientras que otras han visto reducido su stock de capital, y con esto la posibilidad de aumentar los volúmenes de producción.
Estos dos extremos se ven claramente en las trayectorias del turismo internacional y la agroindustria cañera. El número de habitaciones en hoteles se multiplicó por 4,1 veces entre 1990-2021, a razón de 4,6% por año, lo que significa 23 veces el ritmo de incremento del stock de capital físico en su conjunto. En el lado opuesto, el número de centrales azucareros pasó de 156 en 1990, a 44 en 2021. De ellos, menos de la mitad participó en la zafra azucarera de 2023.
Por otro lado, una de las novedades del proceso de “actualización” es que modifica el carácter cíclico de la inversión y marca la emergencia de un nuevo perfil sectorial de esta. Desde 2015 las inversiones han crecido a un ritmo que sobrepasa ampliamente el aumento del Producto Interno Bruto, y esta trayectoria apenas se ha modificado a partir de la crisis económica que comienza en 2019. Estas inversiones se concentran en el complejo hotelero asociado al turismo internacional, principalmente urbano, y en la capital del país, La Habana, y en menor medida Varadero y la Zona Especial del Mariel, en Artemisa.
¿Qué ha fallado?
El discurso oficial ofrece la siguiente línea de argumentos. El Estado quiere invertir para aumentar las capacidades productivas y construir más viviendas, pero no tiene recursos suficientes. ¿Por qué no hay recursos? Pues esencialmente debido al “bloqueo” y a un entorno internacional adverso.
No se dice nada acerca del uso de los recursos, ni sobre los rendimientos obtenidos de las inversiones pasadas, la inmensa mayoría de los cuales generaron deudas que ahora permanecen sin pagar. Tampoco se dice mucho sobre la posibilidad de que sean los propios ciudadanos los que inviertan con el objetivo de obtener un retorno a esa inversión en un marco que ofrezca garantías contra la confiscación y la arbitrariedad del Estado.
En cierto sentido, no es raro que la inversión sea tan baja en un país que dijo haber renunciado al motivo de la obtención de beneficios en el mecanismo económico. Sin este, no hay verdaderos incentivos para acumular factores, y hacer un uso adecuado de ellos. Supuestamente, la planificación central y la conciencia iban a erigirse como los nuevos incentivos efectivos en el “hombre nuevo”. Ya se sabe que esto no ha funcionado.
- En términos prácticos, el marco legal y regulatorio no proveen garantías para posibles inversionistas, ni nacionales ni extranjeros.
- En cambio, la acumulación de riqueza se critica como una exaltación del individualismo y las desigualdades del capitalismo.
- En este entorno, los potenciales inversores no pueden establecer expectativas razonables respecto a la evolución de la rentabilidad de sus recursos, por lo que no sorprende que el ahorro que se movilice sea insuficiente.
- Luego el mecanismo económico, actuando a través de decisiones arbitrarias y precios distorsionados, “garantiza” que la asignación sea ineficiente y los retornos poco atractivos, lo que produce menos recursos para la inversión futura.
- Proyectemos ese ciclo perverso por seis décadas, y se puede apreciar en toda su magnitud las causas de la descapitalización que padece la economía cubana.
Sin prejuicio de los cambios necesarios en el sistema político, las autoridades cubanas pueden tratar de comprender lo que ocurrió en China y Vietnam. En lugar de mantener un modelo de igualdad “hacia abajo” --o sea, repartir lo poco que se produce--, se reconoció que si bien la desigualdad relativa puede aumentar, la inmensa mayoría de los habitantes puede conseguir mejoras sustanciales en sus niveles de vida si se aceptan como validos la obtención de ganancias y las garantías para proteger las inversiones de capital privado.
No es una coincidencia que ambos estados hayan mantenidos algunas de las más elevadas tasas de inversión en todo el mundo durante más de tres décadas. Y las mejorías económicas no tardaron en manifestarse en mejoras sociales, incluyendo la formación y el mejor aprovechamiento del capital humano.
La Cuba actual no es totalmente ajena a estos mecanismos. A pesar de que se mantuvieron demasiadas restricciones y el manejo de la política económica siguió permeado de incertidumbre, una vez que se adoptó un marco legal más flexible para los negocios privados, en 2010, el número de cuentapropistas aumentó exponencialmente con escaso financiamiento del sistema bancario. Es decir, los recursos “aparecen”, pero no a través de un acto de magia, sino por la acción de los incentivos.
Un proceso similar se ha vivido desde 2021, cuando se formalizó la incorporación de las empresas privadas nacionales. Otros investigadores resaltan que los cambios en la normativa relativas a la vivienda desde 2012, favorecieron la inversión en el mercado inmobiliario residencial, de forma complementaria al dinamismo de la actividad productiva privada.
Por ejemplo, expertos calcularon en 7000 millones de pesos convertibles (equivalentes a dólares en ese momento) los flujos que recibió el sector residencial entre 2012 y 2017 (García-Pleyán, 2019). De repente, tenía sentido invertir en la vivienda porque se podía valorizar y monetizar en un mercado relativamente abierto con garantías mínimas.
A raíz del colapso de varias edificaciones en la Habana Vieja y su costo en vidas humanas, un reconocido profesional cubano resaltó en las redes sociales las contradicciones de una “reforma urbana” que benefició a corto plazo a sectores de bajos ingresos, pero que privó a los dueños de los incentivos adecuados para el mantenimiento del fondo habitacional (Tablada, 2023).
Quitar a la vivienda su carácter de mercancía puede generar simpatías, pero tiene enormes costos a largo plazo. En la actualidad, la escasez de viviendas se ha agudizado, y son pocos los recursos que se destinan al mantenimiento. El peso de estos problemas cae sobre los segmentos más humildes de la población, cuyas opciones son muy limitadas en una economía estancada.
Los desafíos son enormes. Es difícil imaginar cómo el paradigma actual puede generar el proceso y la acumulación de capital físico que tan urgentemente necesita Cuba. Si las últimas tres décadas fueron desafiantes, el futuro no lo será menos. La Isla está abocada a una transformación radical para atender dos procesos que se le vienen encima: el acelerado envejecimiento de su población, y la transición energética. No parece que el modelo actual ofrezca un marco en el que los inmensos recursos que se necesitan puedan movilizarse.
Referencias
Cubadebate. (7 de febrero de 2021). Cuba analiza logros y deficiencias de su programa nacional de vivienda. Cubadebate. Obtenido de http://www.cubadebate.cu/noticias/2021/02/07/cuba-analiza-logros-y-deficiencias-de-su-programa-nacional-de-vivienda/
García-Pleyán, C. (28 de Octubre de 2019). ¿Languidece el mercado inmobiliario en La Habana? OnCuba. Obtenido de https://oncubanews.com/opinion/columnas/la-habana-de-500/languidece-el-mercado-inmobiliario-en-la-habana/
IMF Investment and Capital Stock (2021). Dataset, 1960-2019. Washington DC: IMF. Obtenido de https://infrastructuregovern.imf.org/content/dam/PIMA/Knowledge-Hub/dataset/InvestmentandCapitalStockDatabaseUserManualandFAQ_May2021.pdf
Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). (varios años). Anuario Estadístico de Cuba. La Habana: ONEI.
Palacios, J. C. (2021). Internal and external constraints of the Cuban Productive Sector. Growth and Change, 52, 492-517.
Piñón, J., & Torres, R. (17 de May de 2023). The National Electric Grid and the Future of the Cuban Economy. Cuban Horizon. Obtenido de https://horizontecubano.law.columbia.edu/news/national-electric-grid-and-future-cuban-economy
Tablada, A. (5 de Octubre de 2023). No debieron morir. La Joven Cuba. Obtenido de https://jovencuba.com/no-debieron-morir/?fbclid=IwAR2nO8-D0kXYBzXbPCFFaUYQYZncqPbom9KqU16uM5KP1R9fCG4n-b8yNHA
Vidal, P. (2020). Where the Cuban economy stands in Latin America. Cuban Studies, 49, 97-118.
[1] La definición de tecnología en esta literatura la equipara a conocimientos, y remite a la receta o programa necesarios para combinar el resto de los factores productivos. Usualmente se utiliza como sinónimo de equipos o maquinaria, pero abarca una noción más amplia que incluye también a las instituciones. Las normas y reglas que rigen el comportamiento de los agentes y determinan sus decisiones durante el proceso productivo.
[2] Una parte de la baja disponibilidad también se asocia a la escasez de combustible.