Un fantasma recorre Cuba
Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira
Centro de Estudios de la Economía Cubana
Universidad de La Habana
De hecho, el verdadero problema es la ausencia de recursos suficientes para sostener a las personas, todas, y sobre todo a aquellas que ya han alcanzado o están por alcanzar la tercera edad, hoy y en el futuro próximo.
Vuelve a verse el sinsentido de la "tormenta demográfica", ahora llamada "crisis demográfica". El abordaje del tema, cuya complejidad exige el uso del condensado lenguaje de la demografía, sin el menor dominio de las leyes que rigen el comportamiento de las poblaciones, tanto teóricas como reales, solo conduce a oscurecer la comprensión de aquellos fenómenos.
Cuba no se encuentra en fase de plena transición demográfica, sino que ya completó su primera transición demográfica (descenso de los niveles de mortalidad y fecundidad de niveles elevados a bajos). Un proceso que se dio por concluido entre 1989 y 1993, en dependencia de un autor u otro. [1]
El uso de epítetos o calificativos apocalípticos es, ante todo, contraproducente. Esos términos de “tormenta demográfica perfecta” y "crisis demográfica" no existen en los campos de la ciencia que sustentan los estudios sobre poblaciones humanas. Solo contribuyen a transmitir una imagen de la realidad que, de hecho, resulta ficticia. Para decirlo en palabras de la Dra. Carmen Miró, “no existen problemas de población sino poblaciones con problemas”.
Es necesario traer a colación los documentos (de los que Cuba fue promotora y signataria) de la Conferencia Mundial de Población, celebrada en El Cairo en 1994. De hecho, el argumento de "la tormenta demográfica" o "crisis demográfica" refleja el sesgo de un discurso ideologizado que pretende impulsar la natalidad para revertir eso que han dado en llamar “envejecimiento poblacional”, que tampoco existe conceptualmente.
Podría leerse un texto publicado hace ya unos meses, que se titula “¿Zozobra demográfica?", donde queda claro que el descenso de la fecundidad desde niveles elevados a niveles bajos es, sobre todo, el producto demográfico de un proceso mayor experimentado por la sociedad cubana, conocido como modernización. Su resultado, la vejez demográfica (el aumento de la esperanza de vida no juega ningún papel en ello), no es en absoluto un problema.
De hecho, el verdadero problema es la ausencia de recursos suficientes para sostener a las personas, todas, y sobre todo a aquellas que ya han alcanzado o están por alcanzar la tercera edad, hoy y en el futuro próximo.
Cuando la fecundidad cubana era de casi 6 hijos por mujer, en 1900, la esperanza de vida al nacer era de alrededor de 33 años. Hoy se tiene casi 4 veces menos hijos y la esperanza de vida al nacer de ambos sexos reunidos es de poco más de 78 años. Más de dos veces elevada.
Nunca Cuba ha vivido una situación demográfica tan favorable y la clave está en que la población ha vivido eso que en la teoría se conoce como Revolución Reproductiva, que consiste en que los hijos que se traen al mundo hoy viven casi el triple que los nacidos en 1900, cuando la mortalidad infantil, uno de los motores impulsores por excelencia del aumento de la esperanza de vida al nacer, era de poco menos de 225 defunciones de menores de un año por cada mil nacidos vivos, mientras que hoy es de poco más de 4 por mil.
La verdadera tormenta radica en que la población cubana ha completado ese proceso de "revolución reproductiva", mientras que el modelo económico actual ha fallado al no realizar una correspondiente "revolución productiva".
El envejecimiento demográfico --o, mejor dicho, la vejez demográfica-- no es otra cosa que el proceso de transformación de la estructura de edades de la población como consecuencia de una reducción sostenida de la fecundidad en el tiempo y su estabilización prolongada en niveles bajos, por debajo del nivel de remplazo.
Se caracteriza por un aumento gradual y sostenido de la proporción de personas de 60 y más años de edad, una mera forma de medirlo. Este proceso, a largo plazo, se ralentiza hasta que se detiene una vez que la población alcanza la condición de población estable, modelo demográfico que se distingue por una fecundidad, una mortalidad y una estructura de edades constantes en el tiempo.
El descenso de la mortalidad infantil, junto con el del resto de las edades, no hace otra cosa que rejuvenecer la estructura de edades de la población en tanto es la mortalidad de las edades más jóvenes la que desciende antes, lo hace a los niveles más bajos y lo hace también más rápidamente, aumentando el número de sobrevivientes en los grupos de edades que se encuentran en la base de la pirámide de la población, en primer lugar, de 0 a 14 años, luego de 15 a 29 y, finalmente, de 30 a 39 años. Estos son los grupos que siempre conducen el aumento de la esperanza de vida al nacer. Como también conducen su deterioro, pues son las edades que mayor influencia tienen sobre ese indicador.
El aumento de la esperanza de vida debido al descenso de la mortalidad, entre ellas la infantil, lo que tiene es un efecto rejuvenecedor sobre la estructura de edades de la población, como han demostrado autores como Jean Bourgeois-Pichat, Roland Pressat, Jacques Vallin, por mencionar solo algunos clásicos.[2] De hecho, John Knodel y Van de Walle, tomando los resultados del Proyecto Europeo Fecundidad, demostraron no solo ese efecto rejuvenecedor del descenso de la mortalidad infantil sobre la estructura de edades de los países que habían hecho su transición demográfica o estaban en fase muy avanzadas de ella, sino que el descenso de la mortalidad infantil se produjo después y como consecuencia del descenso de la fecundidad marital y la caída de la competencia entre los hijos por los recursos del hogar [3].
No hay nada que contrarrestar que no sea la baja calidad de la supervivencia de la población cubana y la falta de control que los cubanos tienen hoy sobre sus condiciones de vida. La tarea "Ordenamiento" y su defectuosa aplicación son el ejemplo más claro e inmediato que hoy tenemos. ¿Alguien ha notado, leyendo los documentos rectores de esa tarea, que ni el empleo ni el incremento sostenido de la productividad del trabajo forman parte de los cuatro ejes conductores de la susodicha tarea?
El discurso ha conseguido meter en la cabeza de unos cuantos que la vejez demográfica es un problema. Curiosamente, nadie dice que en realidad el único factor capaz de impedir la vejez, demográfica o individual, es … la muerte.
Y tampoco nadie explica nada sobre los problemas verdaderos que afectan a la población:
- la deficiente oferta de empleo para los jóvenes y la muy baja inserción laboral de las mujeres, mientras no hacen otra cosa que culparlas porque "no quieren parir", es decir, “son malas y no merecen”.
- los reducidos niveles de actividad económica, tanto de hombres como de mujeres, por debajo de los de países como Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica y Uruguay.
- la muy baja productividad del trabajo.
- el descenso que ya experimenta la población económicamente activa.
- la pérdida de su capacidad de remplazo y la consecuente extinción del bono demográfico.
- el no aprovechamiento del bono de género.
- el bajo poder adquisitivo de los salarios y la desaparición de la capacidad de ahorro de la población.
- la polarización de la riqueza y la acumulación del 85% de los depósitos bancarios en manos de sólo el 13% de la población.
- el vaciamiento de la franja de base del sistema de asentamientos humanos (rurales) en el país debido al éxodo hacia las ciudades y el proceso de descampesinización que lo nutre, así como la caída de los rendimientos agrícolas.
- la deficiente ocupación de las tierras cultivables.
- un escenario de emigración sistemática de la población y de los recursos laborales, hoy conocido como de “ruptura de la simetría de las hormigas que escapan”.
Todo ello en un modelo que no puede producir los bienes y servicios que necesita la población para satisfacer, no ya de manera creciente, sus crecientes necesidades básicas, ni siquiera las de alimentación. En plena contracción, se espera que en 2021 el PIB caiga poco más del 8%. Según organismos internacionales, por cada dólar en reserva hay tres-cuatro de deuda externa.
Si fuera a sintetizarse el problema, podría hacerse de la siguiente manera: Un fantasma recorre Cuba: el envejecimiento poblacional, y todas las fuerzas de la vieja institucionalidad se han unido en santa cruzada para señalar con dedo acusador a quien se han puesto de acuerdo en considerar como culpable: la mujer cubana, que no quiere parir, en un intento pernicioso de disfrazar como problema de población lo que en realidad es un problema económico.
El peligro de quiebra del sistema de seguridad social en Cuba radica en que el modelo económico local no aporta los recursos para sostenerlo. Y ello será aún más grave cuando haga implosión, hacia 2030, momento en el que lo que fue el baby boom se va a convertir en el boom de las jubilaciones. Entrarán en retiro de la actividad económica, y de forma simultánea, las generaciones más numerosas que alguna vez nacieron en el país como consecuencia, dígase bien alto, del inusitado incremento de la natalidad del período 1957-1963.
Por supuesto, de estas reflexiones, como de todo lo demás, también se puede disentir, pues no es posible alcanzar un acuerdo unánime sobre estas materias, sobre todo cuando se trata de una aproximación ideológica que se enmascara en el maltrato de temas tan importantes y el establecimiento de un neopronatalismo que intenta ignorar (o así lo pretende) el contenido de sus tres fuentes y tres partes integrantes: el falangismo de Franco, el fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler. Habría que incluso agregar las agresivas políticas pronatalistas de Stalin y Ceauçescu.
La vejez demográfica, a todas luces inevitable, la estabilización de la población e incluso su ligera reducción, pueden convertirse en oportunidades económicas solo desde la perspectiva de la inversión en tecnología y la innovación, del sostenido incremento de la productividad del trabajo, la reforma de las pensiones, el mejoramiento de la capacidad de ahorro y de consumo, e incluso el rejuvenecimiento de la edad de retiro y su consecuente liberación de puestos de trabajo. Otros países avanzan en ese sentido hacia lo que se conoce como el modelo de “economías envejecidas”, como la define Tim Miller.[4]
Pero lo que es insostenible es que casi millón y medio de personas que se encuentran hoy disponibles, en edades laborales, aptas y calificadas, en los últimos censos ni siquiera declaran buscar trabajo. A ellas se sumaron esas otras, alrededor de un millón, cuyos puestos de trabajo fueron suprimidos, consideradas “redundantes”, "excedentes”, en virtud del proceso de saneamiento de las plantillas convocado hace ya más de una década y que podrían estar listas para ser incorporadas a los planes de desarrollo para el futuro próximo. Casi tres millones de personas en edades laborales, aptas y calificadas que el modelo es incapaz hoy de incorporar.
Sin embargo, solo se habla de aumentar la natalidad sin tener en cuenta que un incremento de la natalidad capaz de cambiar de manera decisiva la estructura de edades de la población se convertiría no ya en un factor de extinción, sino de reforzamiento del agotamiento del bono demográfico, dado que se traduciría en la incorporación de individuos dependientes netos en términos económicos.
Su entrada a la actividad económica no se produciría antes de los 22 años, nunca antes de 2045, y pondría al actual modelo económico en condiciones de quiebra mayor en el sentido en que se lograría que el boom de las jubilaciones se simultaneara con un nuevo baby boom, llevando no solo al sistema de pensiones, sino también al de salud, de asistencia social, de educación y a todos los demás, a implosionar debido a la falta de los recursos necesarios para sostenerlos.
Y todo ello en un contexto en el ya hoy se ha verificado que el país retrocedió 22 lugares en desarrollo humano entre 2007 y 2017, por lo que no es muy difícil avizorar las consecuencias.[5]
Lecciones
Aquí se presenta, de nuevo, el problema. Adoptar el punto de vista que el discurso de hoy propone conducirá a muchos errores. Las condiciones que se presentan en una población concreta son siempre excesivamente complicadas. Quien no haya captado claramente la naturaleza de las relaciones necesarias entre las características de una población y el desarrollo, no sabrá desenvolverse en el análisis, a todas luces más complejo, de las consecuencias multidimensionales de su dinámica demográfica.
Si se vacila en el ataque del problema más sencillo, seguramente se tropezará con complicaciones muy serias. Aquellos que demuestran poco respeto por la aplicación correcta del análisis demográfico en la solución de problemas tan complejos, son los mismos que en sus discursos siempre presentan ejemplos nefastos de la confusión que resulta cuando se esfuerzan por resolver con un cúmulo de palabras problemas cuya comprensión nos impone el uso del condensado lenguaje de la demografía.
El natalismo (pronatalismo) es la doctrina que promueve medidas de carácter político para conseguir una mayor natalidad en un territorio o Estado. Se concreta en políticas demográficas nacionalistas. Propugna el aumento de la población con el objeto de mantener lo que se considera un óptimo de población nacional para alcanzar fines bélicos --disponer de tropas rápidamente sustituibles-- o economicistas --disponer de mano de obra abundante a precios asequibles. Es una forma de poblacionismo opuesta al ejercicio efectivo de los derechos humanos, sexuales y reproductivos de las personas.
El objetivo político del natalismo es incrementar los miembros de un grupo religioso, étnico o nacional para aumentar su poder e influencia política, social, económica y militar. Para conseguirlo, promueve una abundante reproducción, ensalza las familias numerosas, la paternidad, la dedicación de la mujer al ámbito doméstico y a la procreación; por lo que defiende la creación de incentivos económicos y sociales para animar a la población de un país a reproducirse más.
Por lo general, el natalismo propugna limitar o prohibir el acceso a los métodos anticonceptivos (carencia y carestía de los que podrían ser más asequibles y eficaces, como el condón) y la penalización de la práctica del aborto y en general se opone a la planificación familiar. Toda propuesta natalista viola los derechos humanos, así como los derechos reproductivos y los derechos sexuales reconocidos en la legislación internacional.
La crítica más importante que puede hacerse a las políticas de fomento de la natalidad –-natalismo, pronatalismo o como quiera llamársele-- es la consideración general de que esas políticas consideran a los seres humanos meros medios o instrumentos para conseguir distintos fines, ya sean militares, económicos, políticos o étnicos (básicamente trabajadores en abundancia y soldados para los ejércitos). La libertad individual, establecida en los derechos humanos, los derechos reproductivos, los derechos sexuales y la salud reproductiva, es el instrumento que tienen los seres humanos para decidir o no reproducirse.
Son contrarias, desde ese punto de vista, a los intereses y la libertad de los individuos o ciudadanos de decidir con entera independencia el número de hijos que desean tener, así como su calendario y secuencia. Terminemos entonces con una pregunte que ayude a la reflexión. ¿Es el problema actual más acuciante en Cuba la baja natalidad o la reducción del grado de desarrollo humano que experimenta su población como consecuencia de, entre otras, la incapacidad del modelo económico de producir los bienes y servicios necesarios para la satisfacción creciente de sus necesidades crecientes?
[1] Para entender cómo Cuba completó esa transición en ausencia de desarrollo económico, ver Cuba. Transición de la fecundidad. Cambio social y conducta reproductiva (CEDEM, ONE, MINSAP, 1995). De hecho, hay quien plantea que la transición de la fecundidad se completó una vez que se consolidó por debajo de su nivel de remplazo, es decir, a partir de 1978. Además, podrían mencionarse, al menos, dos tesis doctorales de Grisell Rodríguez Gómez y Marisol Alfonso de Armas, respectivamente, que demuestran que ya la población cubana se encuentra hoy en eso que se ha dado en llamar segunda transición demográfica. (Rodríguez G., 2013) (Alfonso de Armas, 2009) (Rodríguez G. & Alfonso de Armas, 2016).
[2] Jean Bourgeois-Pichat (Bourgeois-Pichat, 1952) (Burgeois-Pichat, 1977), Roland Pressat (Pressat, 1983), Jacques Vallin (Vallin & Caselli, 1989)
[3] John Knodel (Pebley, Hermalin, & Knodel, 1991) (Knodel, 1978) y Van de Walle (Van de Walle, 1985) (Knodel & Van de Walle, 1967).
[4] Tim Miller (Lee, Mason, & Miller, 2001) (Miller, 2013).
[5] Podría verse en ese sentido “¿Es el descenso de la actividad económica de la población un fenómeno temporal en Cuba?” (Albizu-Campos E., 2020), también Juan Pérez de la Riva: “Cuba. Hacia una política de población orientada al desarrollo humano” o “La población de Cuba y sus problemas”, un clásico nunca tan vigente como hoy.
Este artículo es un resumen de un documento académico que se puede descargar a continuación
El Profesor Albizu-Campos está afiliado con el Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de la Habana, en donde también es profesor titular en ciencias económicas.